Memoria RAM 1-Parte 7: LA SOLEDAD DEL DESIERTO Y MI PREPARACIÓN -Carlos Torres Valencia – LA SOLEDAD DEL DESIERTO
Mi Espíritu con el Manto… Pasó el tiempo y en la soledad del desierto, donde el silencio rompe los tímpanos y los oídos oyen más desde adentro, en donde el hombre se siente solo, en tanto, está mejor acompañado consigo mismo; en ese desierto, donde los escasos animales, serpientes, lagartos y algunas aves, apenas intentan vivir porque saben el secreto.
Él inició un día así su enseñanza para hacerme Eterno: “Es cuando se logra la consciencia y la identidad del origen que somos, del por qué estamos, y hacia dónde, debemos dirigirnos:
¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.
Te aconsejo que guardes el mandamiento de la Ley y la palabra del Señor. La palabra de la Ley es potestad, porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; pues no hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu, para retener el espíritu, ni potestad, sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee.
Hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para mal suyo, porque hasta ahora el corazón, de los hijos de los hombres, está dispuesto para hacer el mal.
Al impío, no le serán, prolongados los días, que son como sombra; dedique el hombre sensato su corazón a conocer la sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra, porque la justicia del Señor, es que el hombre, alcance su obra, que debajo del sol, se hace;
que trabaje buscándola y la compruebe”. Mi Espíritu con el Manto… sus palabras iban cambiando el panorama del desierto.
Llegué a comprender, que así era la vida de los hombres ignorantes del Saber de Preparador del Camino;
un desierto, una vida sin agua, sólo arena, roca, soledad, calor y muerte para los que desconocen la vida, la esencia del Preparador.
Estas palabras, cada vez se convertían en manantiales, de ellas, sentía brotar agua, y nueva vida…
“Mi corazón entregué a toda verdad para declarar la esperanza a los justos y los sabios, pues sus obras están en la mano del Señor, porque sea odio o amor, todo está, delante de ellos.
Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso, ocurre al justo, y al impío; al bueno, al limpio y al manchado, pues los hijos de los hombres están llenos de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; pero aún hay esperanza para todo aquel que está vivo. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo;
como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en el lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.
Y las palabras del sabio, escuchadas en quietud, son mejores, que el clamor del señor, entre los necios.
Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; no obstante, un pecador destruye mucho bien”.
MI PREPARACIÓN
Mi Espíritu con el Manto… Mi preparación se preludió según él, por mandato del Eterno; hay muchos hombres como yo, perdidos, inconscientes, ignorantes de su encarnación y compromiso.
Sus palabras entregaba en cada lugar donde llegábamos; iban dirigidas a mi arado, a mi fuerza que tantas veces me sustentó; porque conociendo los cinco libros de Moisés; el Génesis, con una creación incompleta que se contradice en la esencia del hombre y el mensaje; un Éxodo, de grandes esclavitudes y pactos que someten al hombre, el mensaje, entonces, debía llegar a mi mente y corazón.
Un Levítico, atiborrado de sangre, como si Dios Supremo masticara sangre, vísceras y barbaries.
El documento de Números, donde los israelitas vagaron perdidos en este desierto, que nosotros, hemos cruzado, fácilmente, porque la mano de Dios no fue capaz de enseñarles el camino, y del Deuteronomio, donde las leyes del Sinaí se hacen más perversas y son veneno para la humanidad y libertinaje para Israel; pues viví conociendo todos sus libros, Josafat mi padre, era buen hebreo, creyente de la Torah, yo, su hijo de carne, no de espíritu, no pude encontrar en esto una inspiración divina y espiritual.
Sangre y crimen en los mandatos de Hayah, del Tetragrámaton, las cuatro letras de YHWH que el mismo Moisés, no cumplió, sin protestar, y tampoco lo hicieron quienes subieron al Sinaí… “se puso Moisés a la puerta del campamento…
Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente”…
No encontré piedad ni amor en las manos del dios de la sinagoga, en el dios de los prepucios de guerra y mortandad; sólo odio, ansia de poder y gobierno de sus leyes; reconocí fantasía ante el Dios del Preparador, quien me enseñó a ver la Torah como un mandato para destrucción de naciones, lo cual nunca aceptó mi conciencia: “de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado”
Éxodo 3:7. Deuteronomio 20:16,17.
Nací inteligente y noble en espíritu, valorando entre la misma naturaleza los dones de la Creación: vi crecer los árboles que dan nido y alimento a las aves, sentí caer la lluvia que alimenta las aguas del río y de los mares, vi amamantar la madre al hijo y de ella aprendí todo sacrificio por sus hijos. Crecí con la demanda en mi corazón.
Este no es mi Dios; yo alimento a mi pueblo, comparto la semilla y el pan, ¿Por qué entonces, si soy humano, y obro, como siento, desde mi corazón?
¿Por qué el verduguismo del dios del Sinaí? fue mi interpelación constante, la pregunta a mi alma antes de llegar el Preparador que hablaba con sabiduría hacia los pobres y humildes:
“Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.
El corazón del sabio está a su mano derecha, más el del necio en su izquierda. La necedad está colocada en las grandes alturas de los poderosos.
He visto siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra. Quien corta piedras, se hiere con ellas; el que parte leña, en ello peligra.
Si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el encantador. Cuánto desconocen los hombres del Dios del Universo: su amor es más poderoso que el de cualquiera de los dioses, del mundo, figurado a imagen y semejanza, de los hombres.
Ante el Altísimo, los demás no son nada, porque los demás dioses pasan como el invierno o el verano, en tanto, el Altísimo es Señor del invierno y el verano”… y la sinagoga no tenía respuestas… Mi Espíritu con el Manto… habíamos llegado al Horeb. Fue en este mismo lugar, acotó, que el Supremo me llamó para que te preparara.
Yo vine y caminé sobre el desierto, sobre las arenas preñadas de alimañas y las almas secas de esencia de este pueblo insurrecto y sangriento; ellos viven aquí por su rebeldía, la vida de ellos es un desierto de materialismo; desde las estrellas se juzga su crimen sobre hombres de este mundo y de otros.
Vine entre ellos, a iniciar el camino de los profetas que han de transitar, para preparar, la Venida del Señor verdadero; entre ellos, porque son quienes niegan la Luz del Altísimo y en los últimos tiempos se opondrán, trayendo a su propio y tenebroso “dios encarnado” sobre los hombres; entre ellos que adoran y se inclinan obedientes al mandato del amo de las tinieblas.
Años caminé por estos lugares, la mayoría de las veces, buscando aliento desde el Sielho, las restantes, escondiendo mi vida del odio y matanza que la casa de Israel lleva en sus corazones.
Son homicidas en su más extraña naturaleza. Las enseñanzas del Lamud, que recibió Moisés de su dios que les dijo…
“Matad, pues, ahora a todos los varones de entre los niños; matad también a toda mujer que haya conocido varón carnalmente.
Pero a todas las niñas entre las mujeres, que no hayan conocido varón, las dejaréis con vida” (Números 31:16-18), así les han hecho, son formados a la imagen y semejanza en la venganza, como está escrito en sus libros: son diferentes al conocimiento universal y perenne con el que el hombre se viste de Eternidad.
Estoy, y estamos en éste camino, para cumplir la Profecía del tiempo: “Echa tu pan sobre las aguas encarnantes del hombre: porque después de muchos días hallarás el mismo río de vida.
Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra. Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cayere al sur o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
Siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; como no descansa la luz del sol y anda en los caminos del corazón a la vista del Señor que siempre juzga.
Quita de tu corazón el enojo, y aparta tu carne del mal; porque el tiempo cobrará toda vanidad”.
Posteado por Oliver Mora.
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