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miércoles, 6 de febrero de 2013

Memoria RAM 1-Parte 16: EL MAESTRO DEL TEMPLO, LA MONTAÑA DEL TIEMPO (Las Botellas)-Carlos Torres Valencia-Las Botellas


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¡Saris! la eternidad, los grandes fuegos de la creación dejan atrás la muerte: es al momento de elegir la inmortalidad…

Desde los 27 a los 49 años aprendí a morir…

Mi primera lección fue revisar una a una, las capas-encajes y mientras la lección me dio sus prácticas, doce años pasaron trabajando la tierra de mi cuerpo y los vapores de mi espíritu, tal como lo haría en el tiempo futuro, con el poder de mis doce yuntas unidas.

Arrancaría la tierra hasta su más difícil profundidad; arando mi cuerpo y mente, para sacar de ellos pedruscos, raíces y malas hierbas; quemando cada una de ellas en los espejos de la mente.

Así, 12 años de duro trabajo y prueba de mí mismo -con anterioridad- me enseñaron a conducir el arado que tendría al futuro.

Reconocí el primer encaje-velo, donde el pensamiento se gesta de la cuasi membrana de ilusión, de ese terreno de barro movido, inestable; de ese cenagal de formas de espejismo que envuelven las primeras formas de pensamiento celular, y reconocí allí la parca de la memoria, el olvido de la esencia que es tragada por el mundo, ese légamo de formas inestables, la ilusión.

Me dediqué a rescatar la memoria de cuanto allí puede servir, lo que no es degradación; revisé en mi futuro, eliminar cuanto los hombres no reconocen en su orgullo y prepotencia, que hacen su casa en ese cenagal de formas de espejismo.

Conquisté el cómo limpiar mi esencia de la alucinación y cómo salir del cenagal; dejando atrás hábitos, vicios, atrasos, negritud de conciencia.

Descubrí que cuanto allí se esconde tiene dos sustancias: una, para destrucción y la otra, para reformar y edificar lo Supremo.

Me adentré en la segunda capa, encaje-velo, en ese tejido cerrado de contactos viscosos y secuenciales de las formas del pensamiento celular, donde el hombre niega y afirma a su vez, su pertenencia a la memoria de cuanto es; donde la pierde por inconsciencia de sus actos pegajosos, donde dilapida el sentido integral de su cuerpo Luz y lo arruina totalmente.

Pero allí encontré, que algunos estamos predispuestos a reconocer nuestra identidad, que un día volveríamos a contener la Esencia por la verdad que somos en las estrellas.

El segundo encaje, atavía un tejido cerrado de contactos viscosos del pensamiento de emociones y pertenencias de las cosas, de cuanto la mente considera único, por no tener otro conocimiento de la realidad, de las demás facultades: aún aquí no hay conciencia, no existe identidad del pensar.

¡Saris! el Espíritu de los Universos es un Crisol que antes fue hombre, que da su Esencia para cristalizar la Memoria de Creación…

En esa lección se me llevó a la caverna de los espíritus y allí los conocí, tanto los buenos o luminosos, como los atrasados u oscuros.

Mi tercer Guía dijo en aquel momento: “en la viscosidad mental del hombre se fijan todas las formas parásitas de la mediumnidad, allí toman cuerpo las posesiones de barrera espiritual, esos parásitos mentales del cuerpo emocional, entidades pegadas, formas de pensamiento de todo orden infernal, los espectros y maldiciones, los encantamientos y hechizos, los pactos que se hacen con la oscuridad.

Es desde aquí, que esas entidades oscuras se apoderan de hombres y pensamientos, allí se aborta el crimen, la violencia, locura, degradación; desde aquí se atrae y pega la oscuridad con la que se convive.

En esa viscosidad, el hombre mental niega su Luz, rechaza su pertenencia al Supremo; pierde su esencia, alejándose definitivamente del llamado de su Ser, la Cristificación interior”.

Poca luz en la caverna de los espíritus. El tenue hachón de pabilo y aceite de árbol, dejaba pasar sus rayos en la caverna de los espíritus. Allí se trasladaban los viejos que iban a morir, ellos lo sabían.

En las cámaras a media luz, reposaban los cuerpos de los ya casi moribundos, que eran asistidos en silencio absoluto por otros ermitaños guías preparados para conducir al adepto a través del bardo; la muerte.

Eran varias cámaras de la misma ubicación al occidente, donde se oculta el sol, dijo mi guía; “en el occidente deben encarnar cuando sea el tiempo.

Allí se cumplirá la Promesa por la que trabajamos y trabajarás, luego que aprendas y superes la enseñanza. Muchos iremos allí”.

Días y noches según la orientación de la caverna, pasé al lado de los moribundos; llegaban allí cuando ya no existía dolor en sus cuerpos, venían desde otros lugares donde se les atendía, según el caso de muerte y ya, cuando pronto soltarían sus almas en la luz de sus espíritus, penetraban a este lugar para propulsar su nueva encarnación… de los tiempos futuros… al occidente.

Varias veces vi y toqué con mi espíritu y alma, lo acaricié en mis cinco sentidos, sintiendo y oyendo cada uno de sus pasos.

Y vi cómo al alma humana, al retirarse del cuerpo, asciende vaporosa en una forma de paloma y cristal transparente… y dentro de ella, el espíritu palpitando, tiene la forma de ojo de halo, alargado, transparente.

Bajo la tenue luz pude ver esa energía espiritual, es de color azul intensa, ilumina cuando viaja desde el pecho o el abdomen hacia lo infinito: se eleva pasando los laberintos y dimensiones del mundo, y se incrusta arriba, en la luz del espectro espiritual de la Tierra, si es de luz.

Escuché su sonido: son arpegios como el cantar de muchas pequeñas gotas en las cascadas del “Nido de Almas”. Sentí su olor, es una esencia de muchas mieles en los cuerpos que son santos y perfectos.

Conocí su estiba; no es más que la del incienso cuando se eleva. Toqué su vibración; es la fuerza del amor Supremo sobre los hombres.

Con gran devoción, pasé años allí, era mi oración ver, sentir, palpar, reconocer, oler cada uno de los maestros que se despegaban de sus cuerpos: entonces reconocí la Excelsitud del Creador de los hombres.

Ya no tuve miedo a la muerte como todo mortal le teme, la comprendí al conocerla; entonces, recordé cuando los ermitaños guías que leían el corazón, enviaban los Protectores del Templo a las cavernas, tomaban los asesinos y perversos y les arrojaban a las gargantas oscuras.

Entendí por qué lo hacían. Esas encarnaciones regresarían en el futuro al Templo, y ya aprendidos, no contaminarían más a los pequeños…

Comprendí que cuando el hombre deje de temerle a la muerte, iniciará realmente la vida…

Allí conocí los buenos y luminosos espíritus de los santos…

En otro tiempo se me llevó a la galería de los pestilentes, donde llegaban los moribundos del alborotado mundo de los humanos y comprendí cómo para la mayoría de los hombres, es más fácil caer, que elevarse por encima de su hostilidad.

Espíritus atrasados, enmarañados en el anzuelo de sus propias trampas, vi los atrasados y oscuros, que no podían soltarse de la vida a la hora de atravesar el túnel. La caída de la muerte.

Los pasadizos que ahora recorría con mi maestro Preparador, con voz potente, hacía casi derrumbar partes de la caverna, soltando pedazos que a mis pies quedaron: “¡Hay hombres que buscan el oro que da palacios, mansiones y poder! Este hombre al llegar aquí, quedará perdido en la noche de la caverna”.

La caverna de los pestilentes, era el lugar de los espíritus sin luz: olía a pudrición.

Una niebla viciada emanaba de ella. Los custodios ermitaños del lugar, eran altos iniciados, conocedores de las Nueve Leyes de los espíritus del mundo de los hombres.

Durante días intenté llegar a la caverna, pero mis sentidos rechazaban la hediondez, hasta que un día y luego de tres años de preparación, penetré en ella.

Vetustas rocas en lo profundo del “Nido de Almas”, formaban los laberintos donde pocos se aventuraban, allí llegaban los poseedores del oro, palacios, mansiones y poder, muchos criminales y asesinos encontrados en los caminos del mundo; creí que los llevaban vivos.

No, eran sus esencias, que al morir en un lugar cualquiera, se desplazaban hasta este lugar en el Templo.

El Túnel Luz de este Templo, está conectado por siempre con las coordenadas de energía de cada túnel personal humano y allí, a través de mecanismos del cuerpo humano y de leyes del Universo, quedaban confinados a este lugar.

Desde aquí, los maestros de Consciencia venidos de lejanos lugares del universo, gobernaban estas leyes para los hombres.

Penetré en una cámara espaciosa, de forma cóncava, donde varios mentores vestidos de guerrua rojo azafrán, iban y venían en torno a un halo de luz que en el centro del cóncavo salón se dibujaba.

Todos los muertos del planeta y de todas las razas, los desencarnados en su momento exacto, se proyectaban a través de su propio entrecejo, en esta luz.

Allí, los ermitaños que a veces veía caminando entre nosotros, que algunas veces desaparecían ante mis ojos; transportaban en sus manos recipientes de cristal en forma de botellas de angosto pico, de abundante abdomen, y las conducían hasta el centro, en el Manantial de Luz; una forma de piedra redondeada, blanca purísima y de ella tomaban su Luz o tinieblas que emanaban, almacenando en esos recipientes, cuanto frente a sus ojos y sentir se proyectaba.

El instructor me indicó: es el entrecejo ojo del mundo, el Sexto Chacra, la Memoria de las memorias humanas; vive dentro de ti, dentro de tu cerebro: es la Sexta Iglesia del Apocalipsis.

Estamos dentro del cuerpo energético humano de este planeta y a su vez dentro, del que muere.

¡Saris! cada memoria creadora, se hace cristal; pero cada memoria del mundo se hace materia, mundo…

Al centro de la cámara de Luz, no había olor. Cada espíritu que por el Manantial de Luz se plasmaba, se almacenaba en estas botellas, en tanto los ermitaños acomodaban los recipientes en anaqueles dentro de la misma roca.

La visión siguió sin detenerse… el Guía me condujo fuera de la cámara y caminando por los pasillos donde volví a sentir la fetidez, me dijo: estábamos en otra dimensión, en la dimensión de la conciencia del hombre terrestre.

“Así, desde la luz, se gobierna el destino de los espíritus para este mundo. Cuanto viste es sólo una visión de lo que es en el Corazón de la Tierra y en la mente del hombre, que aprisiona a quienes son reos en su ley, a quienes violan los derechos de vida y de ella hacen toda maldad humana.

La ley de los espíritus es en todos los mundos, en cada plano y lugar de habitación del universo.

Todo cuanto verás ahora, está aquí en este Templo para enseñar a los hombres del futuro, las leyes que en su momento ellos conducirán en sus propias manos, como lo hacen los jueces de espíritus en la dimensión que has conocido; aquí aprenderás que son falsos los maestros ascendidos, los salvadores del mundo.

Aquí se comprueba la verdadera maestría de un individuo… ven conmigo y aprende para tu futuro, para que enseñes a los hombres que aprenderán de ti, al llegar al propósito final y Eterno.

Ven conmigo, porque la riqueza del espíritu es la certeza de la Vida Eterna, que se entiende con la majestad de la muerte, solo fea y aterradora a los ojos del atrasado.

Es imperiosa la necesidad de la muerte para el avance de los espíritus: sólo así, el hombre logra consciencia de inmortalidad en su esencia.

Al conocer la muerte en su corazón, se eleva su alma a la comprensión: es en vida del corazón sincero que se comprende”.

Miles de recipientes, millones de uno y otro lado de los pasillos, vestidos de hediondez.

No es olor de cadáveres, me dijo: “Son los espíritus muertos al Alma de Creación, ese es su olor por la obra que acumulan durante Días de Creación.

Allí están presos en estos recipientes de energía en forma de botellas. El cristal que vez no existe, es una dimensión dentro de otra que los separa del mundo de los hombres.

Expanden su olor fétido, porque están libres dentro de la botella, mas no dentro de la dimensión; allí conservan por siglos sus cualidades, hasta que ellos mismos se destruyen.

Cuando los tiempos cumplidos de un planeta terminan y ese mundo concluye sus tiempos que son millones de billones, desaparece de la dimensión y toda criatura, aún los espíritus que no lograron cumplir con las Leyes de ese mundo, se consumen tragados por la oscuridad, por otras leyes sin predominio de creación y a su vez, esta sombra es destruida por la Luz de los Supremos Corazones de los Logos Solares que mueven estas inalterables Leyes:

Porque las Leyes ordenan el Tiempo y los tiempos sujetos a un espacio-tiempo y mientras este tiempo, todo se cumple.

Obedece a Leyes que existen en este Templo y que preparan a cuantos oyen y se comunican con su Voz Interior, los que logran el camino del asenso: los seres silentes, humildes y prudentes protectores de la Justicia de la Ley”.

Aquellos recipientes a forma de botella, se acomodaban en estos lugares, mientras caminábamos en manera serpenteante hacia abajo, donde el olor se hacia más penetrante y me hizo acercarme a una botella en especial, mientras acotó:

Este planeta ha tenido otras humanidades que antecedieron a la que tú conoces y verás florecer para la Promesa Eterna; de esas “otras humanidades”, es este registro condenado a destrucción.

Cada uno de estos espíritus aquí encerrados, son malignos ya, presos por la justicia Suprema, a éstos se les dio tiempo y tiempos de encarnaciones, oportunidades varias para obtener conciencia y siempre la negaron.

Éstos, reniegan de cuantas cosas no conocen y se corrompen como animales irracionales. Se lanzaron al error en contra de la Ley y perecieron en su contradicción.

Son sombras, niebla que va de aquí para allá con los vientos; árboles muertos y desarraigados; bestias en su propia degradación; estrellas errantes para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.

No oyeron en la carne que se les permitió y se hicieron parte de la oscuridad del Demiurgo, fueron entones sus sirvientes “los maestros ascendidos” de tu mundo, asesinos, gobernantes, violentos, conquistadores, sacerdotes de la magia y los entes, tratantes del sexo en sus regiones más bajas y pestilentes; ellos ya no pueden ver ni sentir la luz, están aquí hasta el momento que sean soltados al final de los tiempos.

Serán liberados para recoger en sus cátedras de engaño a los que tienen la misma medida de espíritu; y luego, ellos y cuantos sean de ellos, el corazón del planeta los rechazará y los hundirá en el meshiaj o espíritu de tinieblas de tiempos pasados y futuros, se irán siguiendo a su dios, el Demiurgo de la oscuridad, a la que pertenecen ya, al haber rechazado la Luz. No son Luz…

Y tomando esa botella, la puso en mis manos y pude ver un vapor nebuloso, humo negro, aciago como las tormentas más oscuras de la noche.

Moví la botella en mis manos y calentándose con violencia, casi creí soltarla, pues quemaba; no la quité de mis manos, pues pensé y sentí que podía liberarse y yo sería responsable.

La dejé con calma en mis manos, mientras mis ojos miraban y mi corazón sentía.

Poco a poco, el humo se disipó, hasta formarse una esfera del tamaño de una vid que palpitaba como un corazón vivo y abierto.

Sus bordes luminosos, azules, negros brillantes, llenaban la esfera hasta el centro que se veía rojo, en tanto, yo sentía la furia que emanaba desde un punto central, el negro corazón donde terminaba mirándome a forma de ojo humano.

No quise creer cuanto vi por vez primera y moví la botella, batiéndola con fuerza, mientras el ojo furioso de negro corazón y roja sangre, se volvió humo negro y fétido, se calentó el cristal hasta el punto que quemó mis dedos; la sostuve de la punta de la boca que vi estaba cerrada, intacta, como si nunca existiese allí una abertura.

Del asiento de la botella, vi que el humo negro volvió a tomar forma de esfera de ojo palpitante que me miraba con furia.

Deposité la botella en las manos de mi guía, mientras él me insistió: tiene diez mil años del tiempo de los hombres…

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Posteado por Oliver Mora.

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