Tiempo Para El Cambio DESPERTANDO Enrique Castillo RiNcón, La Historia VErídica, De Un HomBRe Contactado. PartE 5: “De Sorpresa En Sorpresa” (En La NAve Madre)
La reunión estaba fijada para las 8 de la noche del 18 de noviembre de 1973.
Salí muy temprano de Bogotá y en un bus interdepartamental, recorrí rápidamente kilómetros hasta llegar a Villavicencio en elDepartamento del Meta.
Esta zona del país, los Llanos Orientales, es un gigantesco vivero natural, casi inexplorado, casi virgen.
Allí se ha concentrado una gran actividad agrícola y ganadera de Colombia, en inmensas haciendas, cuyos límites cubre el horizonte por muchos días de fatigoso viaje.
El calor y el polvo incomodan al visitante que es compensado con la visión de hermosos paisajes y con esa sensación de libertad, debido tal vez, a la amplitud de las tierras que suman miles de hectáreas.
Recorrer los llanos es todo un placer. De todos modos el propósito de mi viaje no me permitía admirar plácidamente lo esplendoroso de este paraíso.
Pensaba con detenimiento y planeaba la forma de llegar a tiempo a la cita. No conocía la región y por eso tendrían que buscar a alguien que me ayudara.
Una vez en Villavicencio, tomé otro bus hacia la vecina población de Apiay. Por recomendación de alguien, contraté a un baquiano de nombre Antonio, verdadero conocedor de la llanura y sin cuya asistencia, no hubiera llegado al sitio indiciado.
Con su alegre charla, salpicada de picantes expresiones y de ingeniosas ocurrencias nos internamos por los largos caminos del Llano.
Antonio fumaba nerviosamente su tabaco, mientras fustigaba con insistencia a las bestias, drogadas por el sopor de la tarde y ahogados en ese tupido mar de molestos bichos (El tigrillo, la venenosa serpiente y otras tantas variedades de insectos que conformaban esa corte de seres, al acecho de cualquier entrometido en sus territorios).. Insistió en los amenazadores peligros para los que se arriesga por la región.
El baquiano ignoraba por completo el motivo de mi viaje, pero conocía su trabajo con bastante propiedad. Le había dado las señas del lugar y él, como verdadero experto, supo identificarlo al instante.
A cada momento yo levantaba la mirada a los cielos, buscando alguna señal sospechosa. Antonio me imitaba, y con prolongados silencios, luego de escrutar el horizonte, miraba mi rostro con cierta curiosidad.
Me sentía cansado y mis posaderas maltrechas, ya que el paso del caballo me incomodaba un tanto, por falta de costumbre al montar en este tipo de “transporte”.
También pensaba en el porque me habían citado tan lejos de Bogotá, cuando podía haberlo hecho en otra zona mas cercana a la ciudad y ahorrarme tanta incomodidad.
Mientras pensaba esto, llegamos al lugar a las 7:30 de la noche. Saqué de mi bolsillo $120.00 y se los entregué al baquiano.
Los tomó pero no se movió. Intenté despedirlo con un fuerte apretón de manos pensando que de esa manera se marcharía, pero sus labios brotó una queja sorpresiva:
-¿Cómo se quedara usted solo, en este lugar, recién empezada la noche?-dijo
Señaló unos pastizales, no lejos de donde nos encontrábamos y con voz grave me advirtió que allí con mucha frecuencia den la noche atacan al ganado y cuantas cosas satisfaga el apetito de los tigrillos.
Y eso me incluía a mí. Antonio no vio ningún inconveniente en acompañarme hasta que vinieran a recogerme de la hacienda, a la cual supuso yo iría, y esta se encontraba aun un poco lejos.
Aparentando tranquilidad, traté de serenarlo: al fin de cuentas, de la finca vendrían a recogerme en un jeep y no se justificaba detenerlo a la espera.
Sin convencerlo totalmente, se alejó llevando de las bridas al caballo sobre cual viajé durante todo el trecho desde Apiay.
Cada tantos metros volteaba la cabeza y me miraba, como esperando que reconsiderara mi decisión. Esto ocurrió cuando la enmarañada vegetación y las sombras de la noche, lo perdieron de mi vista. Estaba solo, completamente alejado de la civilización.
Al llegar el momento convenido, una multitud de pensamientos entremezclados se apodero de mi espíritu: miedo con alegría; duda con esperanza; paz con remordimientos.
Todo era uno solo, y esto me inquietaba porque no me permitía reaccionar, ni siquiera pensar. Solo atinaba a concebir increíbles aventuras, como un rapto espacial donde no volvería a ver a mi familia.
Luego del encuentro físico anterior y de comunicarme telepáticamente con los extraterrestres casi a diario aun no me acostumbraba.
La noche era muy hermosa y el viento acariciaba suavemente mi rostro, El cielo tachado de estrellas, invitaba a observarlo a cada momento. Muchas cosas cruzaron por mi mente, pero sin concretar nada.
Donde me encontraba no me descubriría nadie y tampoco “ellos” serian vigilados. Tal vez por eso escogieron este sitio.
No teniendo más que hacer, caminaba 50 metros a un lado y regresaba al punto de la partida. Otros 50 metros y volvía.
Esta rutina se generalizo por largos lapsos transcurridos desde las 8:00 de la noche. ¡Me habían incumplido! con cierto pesar, esta idea comenzó a golpear en mi cerebro.
Para no perderme tomé como referencia, una semi-destruida entrada o portón de madera que daba paso a la hacienda, de la cual, según dije al baquiano, vendrían a recogerme.
La puerta, lado y lado, originaba una kilométrica red de alambre de púas. Me cuido de no rozar mi piel con alguno de estos alambres para evitar un rasguño.
A las 10 de la noche, perdidas todas las esperanzas, pensaba en como iba a regresar al día siguiente. Tomé asiento en el suelo con la intención reiniciar “contacto” telepático.
Me relajé y realizando a conciencia la técnica de comunicación aprendida en Bogotá, espera que los extraterrestres me dieran la explicación.
Pero no sentí, ni oí nada. Reflexione un poco, pensando que tal vez, yo había hecho mal algún paso del procedimiento. Nuevamente lo intenté, con los mismos resultados.
Con curiosidad me di cuenta de algo. Desde que estaba en la zona no me había picado un solo zancudo, ni siquiera esos molestos mosquitos que tanto abundan en la región.
Lo único que me quedaba por hacer, era buscar donde poder dormir hasta el amanecer, que aun estaba bastante lejano.
Hubiera sido en vano gritar para que alguien me oyera y ayudara a salir de allí. Ya me lo había advertido Antonio (el baquiano) no encontraría una sola persona en muchos kilómetros a la redonda.
Tratando de romper la monotonía, me sentaba durante media hora, me levantaba y caminaba unos metros, para allá y para acá, evitando así el frío de la noche.
Esto se prolongo hasta las 3 de la madrugada. Con la moral en los pies, supuse que tal vez me había equivocado de la fecha, hora y lugar. Los ojos me pesaban, amenazando cerrarse por el sueño.
En un momento de los ya acostumbrados, levante mis ojos a los cielos. ¡No, no estaba soñando! Una gran cantidad de luces que poco a poco se iban agrandando, se movía lentamente en el cielo. Uno, dos, tres, cuatro…diez, once, doce, trece.
Trece puntos luminosos en perfecta formación, como una especie de V invertida se desplazaban uniformemente. Tres de estos puntos que parecían más grandes que los demás, encabezaban la formación.
Los otros diez mas pequeños los seguían lentamente en sobre fila abierta.
Al llegar casi encima de mi cabeza, se detuvieron momentáneamente. Uno de los puntos luminosos de la parte de atrás se descolgó dejándose caer al vació verticalmente y haciendo una maniobra de locura, para detenerse a cierta altura, en donde ya pude distribuir la forma oval de la nave.
En un momento, la forma desapareció, pues una luminosidad la circuló, dado la impresión de una nube grasosa.
Las otras naves siguieron su rumbo imprimiendo ahora velocidad hasta desaparecer de mi vista. No puedo decir que rumbo tomaron, estaba desorientado y no sabía donde quedaba el norte o el sur.
La nave suspendida en el aire comenzó a moverse en actitud de zigzagueo y poco a poco se fue acercando.
Al hacerlo sus formas se fueron delineando hasta dar paso a una pequeña y definida nave con apariencia de capullo. Descendiendo, maniobro en círculo, en vaivén corto y acompasado, dando paso a un soberbio espectáculo de maniobras asombrosas que me dejaron con la boca abierta.
La nave se detuvo a unos 30 metros del suelo. Sin hacer ningún ruido, de su vientre salieron tres patas sustentadoras cortas y con ellas se poso en el suelo.
Una escalera también hizo aparición dejando al descubierto una puerta angosta. La luz que salió por entre la puerta, fue cortada de improvisto por la silueta de una persona parada a la entrada en actitud contemplativa. Se encontraba a unos 60 metros de donde yo estaba.
Gracias a la claridad reinante y la luz que expedía la nave, pude detallar su aparente diámetro, calculando en unos 7 metros su longitud por 3 y medio de altura.
Sin perder el tiempo, presa de una terrible excitación, corrí con cierta velocidad, pero una voz profunda me ordenó terminantemente detenerme: -¡Espera!.-
Detuve mi marcha un poco confundido, mirando a todos los lados hasta concentrar mi vista en la persona que ahora con leve adema me invita a continuar el camino hacia la nave.
Paso a paso devoré los metros que me separaban para llegar; la claridad me permitía reconocer al hombre de la entrada: ¡era Krisnamerck! su presencia me tranquilizó por completo, a pesar de escuchar a mí alrededor un continuo ronroneo.
Ya frente a el y sin bajarse del aparato, me di cuenta de la falta de escafandra, respiraba nuestra atmósfera y vestía el mismo traje de haces 15 días, allá en la laguna.
Quiere que suba, las escaleras son amplias y bien dispuestas con series escalones dirigidos al piso de la nave.
Subí vigorosamente los escalones con las mirada fija en el extraterrestre, Al tenderle la mano para saludarlo, este se retiró un poco para atrás y me ordenó detenerme junto entre la ultima grada y la puerta.
Realmente era un poco angosta, pues calcule un metro de ancho por 1.60 cms de altura.
Un intenso fulgor, azul, en forma de rayo rodeo mi cuerpo desde los pies a la cabeza cubriéndolo completamente.
Fue solo un instante, suficiente para provocarme una molestia pasajera, pero indescriptible sensación.
Durante unos segundos mi piel y mi ropa brillaron con intensidad. Mis manos parecían encendidas por lo que deduje que mi cara debía encontrarse en las mismas condiciones.
Ciryl, sonriente, se acerco apretándome fuerte las manos. -Enrique, ¿como estas? No te preocupes por esto, pues es necesario.
Comprendí que la luz azul formaba parte de otro sistema de limpieza de esterilización, muy diferente a la utilizada durante el primer contacto. Esta vez, era un tipo de energía desinfectante pero extra rápida.
Entramos, y me señaló una confortable silla para que me sentara un momento. Al hacerlo, de una puerta salieron dos hombres completamente diferentes a Ciryl.
Eran pequeños y sonrientes. Vestidos con una especie de mamelucos (combinación de camiseta y calzón de una sola pieza, que se suele poner a los niños para dormir.)., no muy ceñidos al cuerpo, que diferían notablemente del uniforme de Krisnamerck. Me levanté para saludarlos, pero ellos solo atinaron a realizar una venia sin extender las manos.
-¿Quiénes son esta “personas”?-inquirí.
Mientras pensé esto, mire a Ciryl con algo de sorpresa, solicitando una respuesta al respecto.
-Son seres de Mercurio, Enrique.-
-¿seres de Mercurio?-dije.
Como por encanto desapareció de mi mente la palabra, sorprendido. No vale la pena seguir insistiendo en mi estado anímico porque seria imposible describirlo.
Aquellos hombrecillos eran calvos, y su piel morena clara, daba la impresión de haber sufrido un baño de aceite, puesto que le brillaba su cabeza.
Su estatura de un metro cincuenta centímetros, los miembros de sus cuerpos no perdían el sentido de las proporciones, sus ojos grandes pero bien distribuidos, de orejas normales, nariz griega y mentones muy marcados.
Vestían de color púrpura o violeta encendido, de mangas cortas, dejando ver claramente sus brazos brillantes.
El uniforme no les tallaba al cuerpo, no tenia cinturón. Calzaban zapatos oscuros, sin brillo. Carecían de guantes.
Ciryl con un gesto, señaló una escalerilla semi-caracol y por ella subimos al segundo piso de la nave, bastante restringido por cierto.
Entramos al cuarto de navegación, cubierto por una cúpula transparente. Lo curioso es que mientras permanecí fuera de la nave no vi la transparencia.
Imagine pudiera ser de esos vidrios opacos hacia adentro y traslucidos hacia fuera. El cuarto era de una sencillez desconcertante.
El panel de instrumento “muy simple”: una de mesa semi-oval con pocos instrumentos, botones y otros pocos incrustados en una pantalla de regular tamaño. Dos sillas. Al frente de los controles.
El panorama estelar se abrió en una amplitud mostrándome un hermoso cielo estrellado. La cúpula daba la sensación de ser metal fusionado con vidrio, o un material similar.
Lo que parecía ser un enorme diamante de muchas aristas, nacía de un lado de la mesa de controles. Al mirar hacia el fondo, numerosas agujas aparecían señalando extraños caracteres. De estas agujas, unas recorrieran hacia un sentido y las otras al contrario.
Ciryl, con mucha afectuosidad me interrogo:
-¿Cómo te ha ido Enrique?-
-increíblemente Ciryl, muy bien.-dije.
En realidad, no estaba diciendo la verdad. En el fondo quería narrar todos los acontecimientos en el grupo, los sinsabores provocados por varias personas cuando les conté los detalles de mi primera experiencia.
Quería gritarle lo incomprendido que me sentía y la soledad que poco a poco me iba rodeando.
La confusión originada por la falta de sentido común de mi incipiente obra, estaba terriblemente desubicado. Pero guarde todos esos pensamientos, considerando molestaría a Ciryl y me catalogaría de quejumbroso.
Mirando las cabezas “aguacatadas” de los tripulantes que se preparaban para el despegue, cambie mis pensamientos tratando de profundizar sobre sus orígenes.
-Hermano Ciryl, ¿así que estos son los seres que viven en Mercurio?-dije.
Hice esta pregunta cuestionando mis conocimientos sobre el planeta más cercano al Sol.. Tenía entendido que uno de sus caras miraba siempre a las elevadísimas temperaturas del astro, ocasionado un calor insoportable para cualquier tipo de vida conocida.
El otro lado, por al contrario permanecía siempre ofreciendo información de temperaturas extremas bajo cero. Según esto, simplemente era imposible que hubiera vida en Mercurio.
-Vosotros os asombrarías de ver las civilizaciones que han florecido allí-, aseguraba Ciryl. -Mercurio tiene movimientos de rotación “simple” y también gira sobre su eje. Quizás mas tarde hablaremos sobre eso.
Ahora nos dirigimos a la “Nave Madre”.-
Uno de los mercurianos sin pronunciar palabra alguna, me guió de nuevo al primer piso donde abrió un bien dotado “guardarropa” y haciéndome señas, me animo a escoger el traje que se ajustara a las medidas de mi cuerpo.
Tomé uno y lo coloque por encima de mis ropas esperando la protesta de mi acompañante por esta acción.
Aparentemente el uniforme era muy pequeño para mí, pero al ponérmelo se expandió adaptándose sin maltratarme de manera alguna.
Al pasar sobre mi cabeza el uniforme, despeino un poco mis cabellos; lleve las manos a uno de los bolsillos del pantalón y saque un peine.
El mercuriano con curiosidad desbordante, movía su cabeza de arriba a bajo, derecha a izquierda, mientras sus ojos giraban en sus orbitas.
Miraba mis cabellos y el peine que los ordenaba. Siempre sonriente, dirigió sus manos a los zapatos para que yo tomara un par.
Igualmente sucedió con estos. Se Adaptaron a la perfección a pesar de expandirlos para que mis pies entraran. No me ajustaban ni un milímetro.
Cuando estuve listo, subimos. El tripulante tomó asiento y maniobrando unos botones colocados al lado derecho del panel.
Dirigió la nave a su destino. Ciryl caminó a la consola de mando y colocando sus manos en ella, escudriño el cielo como buscando algo.
Mientras tanto, yo recorría el lugar detallándolo todo y memorizando cuantas acciones realizaban los tripulantes.
Una repentina maniobra hizo girar la base de la nave, mientras que la cúpula permanecía estática. No perdí el equilibrio y por momentos sentí las botas adheridas al piso. Un leve fluido eléctrico recorrió mi cuerpo, pero sin molestarme mayor cosa.
La nave fue ascendiendo rápidamente. Ciryl continúo mirando hacia arriba y a la pantalla centrada en el panel. De pronto con gran alegría me llamó.
-Enrique, observa la Nave Madre.-
Era lo más grande que había visto en toda mi vida. Su forma se asemejaba a una ballena. La nave (madre) “Bandera principal”, como la llamo Ciryl, permanecía detenida en el espacio esperándonos.
Debajo del gigantesco cetáceo volador, se abrió una compuerta dejando escapar una luz intensa.
Los mercurianos no hacían nada especial, pues daba la impresión de que éramos absorbidos a través de un túnel o algo parecido.
Fuimos directo a la entrada. Sin sentir movimientos violentos, nos colocamos justo por debajo y ascendimos hasta que nuestra nave se coloco en posición, insertándose en el hueco de la compuerta calando sordamente y maniobrando con una seguridad pasmosa.
La cúpula cristalina de “nuestra nave” se abrió automáticamente, dejando desliza una escalera que desde arriba se dirigía a un lado de la sala de control.
Ciryl subió rápidamente por ella, invitándome a acompañarle hasta un pasillo ascendente que servia de rampa.
Yo le seguí muy de cerca, caminando por el pasillo que a lado y lado dejaba ver un delgado carril por donde supuse, debía pasar alguna especie de “carrito” para transportar objetos o materiales pesados.
Como si estuviéramos retrasados, Ciryl caminaba dando grandes zancadas hasta llegar a un corredor nivelado y una sala completamente metálica.
Con algunas salientes en forma de laberinto o pasajes que ignoraba a donde conducían. Observe un símbolo en relieve con una serpiente alada enroscada en un huevo, de su boca salían 3 lenguas y en su cola tenia 9 cascabeles La figura estaba dentro de una gota de agua y un cristal en el parte inferior.
- Enrique, ¡espera!, -me dijo, saliendo de la sala.
Una mesa también con apariencia metalizada estaba en el centro de la sala. Sobre ella, gran cantidad de muestras representadas en rocas, tierra, arena, semillas y trozos de vegetación.
Estas “muestras” estaba separadas por divisiones y señaladas con confusos (para mi) signos que no alcanzaba a entender.
Frente a la mesa, una silla con espaldar en forma de casi ¾ de luna, adaptada de tal manera que graba a uno y otro lado y se deslizara en línea recta sobre una guía o “riel”.
Transcurrieron algunos minutos. A los lejos escuche pisadas. La puerta se abrió y observe que con Ciryl venían cuatro “seres” mas, incluyendo a Khrunula.
Me levanté de la silla y los saludé. En eses momento sentí ganas de orinar. Discretamente le comunique a Ciryl mis deseos.
-Ven enrique.-dijo.
Me llevó por un corredor a otro sitio dividido por una separación que alcanzaba a llegar hasta el techo. Entramos al lugar, Ciryl, me explicó el mecanismo, y se retiró.
Al accionar una palanca, surgió de la pared una especie de tubería en forma como de flor de loto, al que finalmente se convertiría en un “embudo”.
Orine en el y sentí una fuerza absorbente, que conjuntamente con una liquido ámbar, seguramente coloca estos desechos en otro sitio para des-integrarlos.
Al terminar, sale del “embudo” una deliciosa fragancia perfume que deja el recinto con olor a limpio. No pude identificar el aroma con nada conocido. Al abandonar el cuarto de baño, el “embudo” vuelve a su sitio dentro de la pared.
Regresé a la sala, encontrando otro personaje recién llegados. Era un gigante. Calculando sus medidas concluí que debió medir no menos de tres metros.
El gigante con una sonrisa permanente, que mas daba la impresión de ser la consecuencia del gran tamaño de su boca, se limitó a observarme. Lo saludé e inclino un poco su cabeza sin quitarme de encima la vista.
Era sorprendente la semejanza de sus acciones y postura con la de los hombres común y corriente. Todo en el era proporcional.
De piel grisácea, sus manos están cubiertas de gran cantidad de vellos, terminando con dedos normales que se engrosaban al llegar a la falange en forma de espátula. Vestía un uniforme gris-plomo y en uno de sus brazos bandas de tipo militar.
Ciryl era el único que hacia preguntas. Los demás escuchaban atentamente. (No pude enterarme que idioma o lengua hablaban)
-El viene de Júpiter, Enrique. Allí hay grandes lagos. Estos se componen de agua como en vuestros lagos y mares. Existen otros de metano líquido.
Ellos viven en éstas ciudades dotadas de grandes ventajas gracias a su tremenda tecnología, que las hace muy seguras. No son los únicos, puesto que hay otras razas.
Pero todos conviven en paz, superados ya, ciertos roces de “antaño”. Esta raza Enrique, viene específicamente de una luna-satélite donde tenemos también bases. Asi que, te informo, que hay dos satélites habitados.-
Para mis adentros, pensé que a esa razón se debía un cierto olor que note, emanaba el gigante. No se en que forma se comunicaba con el Joviano (originario de Júpiter).
Solo hubo cruce de miradas periódicas y un extraño murmullo entre dientes. De uno de mis bolsillos saque un papel donde tenia anotadas algunas preguntas, hechas por algunos de los miembros del grupo nuestro.
Tomé del bolsillo de mi camisa el bolígrafo “parker” junto con un papelito en donde traía anotadas varias inquietudes de los miembros del “grupo de contacto” y anote una pregunta.
Ciryl llamó mi atención y me pidió el esferográfico. Lo tomó entre sus dedos y lo pasó a sus compañeros, quienes lo examinaron curiosamente y con estudiada metodología, lo desbarataron parte por parte.
En su idioma de “eses y zetas, se interrogaba los unos con los otros, preguntándose tal vez, la forma de su funcionamiento.
Ciryl captó mis pensamientos porque al momento tomo mi bolígrafo y explicó algo que no pude entender. Una vez hecho esto, se dirigió a mí y me invito a que buscar aun “extraña hoja” como de plástico transparente, en un compartimiento de la mesa.
Tome primero algo como un tubito unido a un delgado cablecito muy flexible, este tendría quizás unos 12 o 13 cms. de largo y un grueso de unos 12 milímetros en su redondez.
Miraba el tubito por todas partes, tratando de descifrarlo, hasta que Ciryl de nuevo a mi rescate, oriento mi atención a la cabeza del aparatito.
Al presionarlo un poco, sentí una leve vibración en la mano.
-Enrique dibuja lo que quieras,- insistió Ciryl.
-El dibujo no es mi fuerte,- dije.
-No importa Enrique, por ejemplo, pinta la casa donde viviste de niño.-
-No Ciryl, mejor dibujo una mariposa, como las que cazaba de niño.- dije.
Tracé las primeras líneas con este tubito-esferográfico que terminaba en una esferita pequeña. ¡Me quedé con la boca abierta! ¡Sobre el papel iba apareciendo una hermosa y bien definida mariposa a todo color, tal como la estaba imaginando!
Era formidable, puesto que el esferográfico interpretaba mis pensamientos con una fidelidad asombrosa. Y no era un dibujo común y corriente.
Puede aprecia el relieve del insecto tridimensionalmente. Mi mano solo se limitaba a sentar el tubito sobre el “papel”.
Ciryl y sus amigos sonrientes; ellos con su curiosidad y yo con mi sorpresa, me devolvieron el “parker”.
Procedí a leer una de mis preguntas:
-Ciryl, ¿Es cierto que sobre la misma órbita de la Tierra, pero al otro lado del sol, existe un planeta
gemelo al nuestro?-
Este interrogante llegó a un periódico de la capital, envido por una persona que decía tener contacto con extraterrestres, provenientes de ese supuesto planeta.
-No Enrique. Ese planeta no existe. Vuestro sistema solar tenía 13 planetas. Uno de ellos desapareció a consecuencia de dos grandes guerras hace mucho tiempo.
Ustedes conocen esto como “cinturón de Asteroides”. El ultimo y mas alejado, el número 13, es un planeta oscuro y por lo tanto, frío.
Allí van todos los seres que después, de varias pruebas o reencarnaciones, no han alcanzado un lugar apropiado en la escala elemental del progreso.
Esos seres, homicidas, ladrones, corruptos, fabricantes de muerte(los que promueven las guerras), etc. sufrirán allí los rigores lógicos, consecuencia del trato con otros seres de su misma vibración o “calaña” (modelo, tipo).
Hasta que aprendan la lección, permanecerán en ese medio, luego se le dará otra oportunidad. Pero no solo los habitantes de la Tierra habitan ese horripilante planeta.
Otros seres de diferentes lugares de este sistema solar van para allá. Es más o menos lo que vosotros denomináis como infierno, es en realidad un planeta inferior.-
El extraterrestre fue siempre muy preciso en las respuestas y sin rodeos explicaba claramente lo que quería decirme.
-Ciryl, lo de la guerra causo mucho impacto entre los oyentes de mi grupo. ¿Acaso puedo seguir divulgando los detalles de este acontecimiento?-
-Tú encontraras el momento indicado de decirlo, mientras tanto, tratare de concretar un poco más estas informaciones.
La gran guerra vendrá, y será antecedida por otra más pequeña y corta. Este pequeño conflicto dejara heridas abiertas para la gran confrontación.
Al principio no se utilizaran armas nucleares. Todo esto vendrá cuando se este hablando de paz y cuando los hombres del mundo hayan encontrado mas claves de la convivencia.
Pero habrá un TRAIDOR. Un pequeño conflicto intrascendente (quizás en el Oriente) tomara características incontrolables y encenderá el detonador, que involucra a las llamadas grandes potencias.
Los políticos y sus gobiernos no pensaran jamás las consecuencias que se derivarán de su intransigencia y de su poco contacto con la realidad de los hechos.-
-¿Y como nos debemos preparar?- pregunté.
-habrá un compás de espera para el hombre. Es el tiempo que corresponde a la mal calculada cronología vuestra. Tenis un largo tiempo de error.
Esto de alguna manera ha servido para “proteger”, las Profecías, para que sea difícil situarlas en el tiempo (tiempo nuestro terrestre).
Y logran así una interpretación más precisa. Así, estos años le servirán al hombre para atenuar el conflicto y tratar de encontrar una mejor preparación.
Estar muy atentos a los grandes cambios ambientales: la capa de ozono, el debilitamiento de vuestros lideres y su poca credibilidad, la perdida de valores religiosos que los “religiosos” dicen tener, el crecimiento sin medida del crimen y las pocas o ninguna medida que se tomen contra el.
Ningún gobierno del mundo podrá ganar la batalla de la inseguridad y el crimen todo será aparente. Si, Enrique, todo esto llena de angustia el corazón, y el espíritu se resiente. Lo siento ¡esa es la verdad!-
Ciryl continúo hablando. Mientras a mi me invadía una profunda tristeza y desazón.
-Después de la guerra quedaran varios REMANENTES. Estos puntos miles de personas sobrevivirán a los efectos no solo de las radiaciones, si no de otras secuelas paralelas a los efectos de las armas usadas.
Así que, de manera inevitable, el hombre en su afán de poder y dominio causará grandes destrucciones que precipitaran al planeta a un cambio en sus ejes.
De allí en adelante se presentaran los cambios climáticos que en muchos países y en muchas zonas serán difíciles para la vida.-
En ese momento, Ciryl interrumpió la conversación al llamado de sus compañeros. Intercambiaron palabras en un extraño e ininteligible idioma. Con apariencia preocupada, volviéndose a mí pregunto:
-Enrique, ¿Qué harías si nosotros te comunicáramos que vas a morir con tu familia al pasar un determinado lugar y en un determinado instante?-
-Ciryl, evitaría pasar por ese lugar y lucharía contra las circunstancias que originarían mi muerte y la de mí familia.-dije.
-¡Esa es la respuesta correcta! Así Enrique, nosotros, por todos los medios, intentaremos dar la voz de alerta y esperamos, que algunos espíritus temerosos, de la destrucción de sus hermanos, reaccionen en forma provechosa y luchen, por salvar sus vidas.
Un espíritu fluirá a su debido tiempo, sobre muchos hombres, llevaran un liderazgo nacido en su interior y sabrán tomar medidas emergentes de gran significación para todos.
Tendrán gran seguridad y las gentes confiaran en ellos. Querido Enrique, debemos aclararte algo: No te fíes de que tu estarás protegido por nosotros.
No podemos hacerlo, ni a ti ni a nadie. La mejor protección que tiene el individuo, es la que el mismo se puede dar de acuerdo a su propia manera de actuar frente a los problemas.
Esto bien puede servir de aclaración a las muchas personas que piensan en la protección. Que supuestamente damos los extraterrestres a ciertas personas.-
-¿Hermanos ustedes van a intervenir en estos acontecimientos?- pregunté.
-No podemos intervenir directamente. Existen muchas razones y en eso hemos sido muy estrictos.
Intervenimos sutilmente implantando ideas o inspiración en lamente de algunas persona, colocadas en ciertas posiciones.-
-¿Entonces todo éste dolor, miseria, desconsuelo y tristeza? ¿En que va a parar todo esto? ¿Ustedes no podrían darnos los puntos claves para mejorar la situación?-pregunté.
-Te lo volvemos a repetir: No podemos intervenir, no debemos hacerlo. A pesar de nuestros esfuerzos, hay varios que con sus palabras y proceder, desvían a muchos, reales buscadores, de la verdad.-
-¿Pero ustedes no pueden aparecer mas a menudo? ¿Con mayor frecuencia ante las gentes de todo el mundo? ¿O por lo menos, iniciar un contacto con los líderes y gobernantes de este planeta?- pregunté.
-Enrique, esas preguntas te las responderemos de cierta forma. Ven sígueme.-
Regresamos al mismo sitio donde la pequeña nave parásita se acopló a la panza de la Nave Madre. Allí se encontraba un nuevo “platillo” que no vi cuando llegamos.
Tenia las mismas dimensiones del primero; 7 metros de diámetro por unos tres y medio de altura.
Entramos a la sala bajando, y a través de su cúpula trasparente, sentí, cuando una fuerza invisible lanzo el aparato por entre una “rampa” recién abierta, al oscuro y envolvente vació nocturno.
Oliver Mora.
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