Tiempo Para El Cambio DESPERTANDO Memoria RAM 1-Parte 2: EL ARADO-Carlos Torres Valencia
17-01-2013
Y el Protector impulsó la recurrencia terrenal del Reformador, dio luz a su camino explicando:
“Mi padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”… “y orado la tierra, para amarla, y enseñar su Saber, al final de los tiempos”…
Y el Protector empezó el diálogo de sus reencarnaciones por este planeta: le conocí en la Nave y le identifiqué en el sendero del Saber que Venezuela me entregó.
Y así me habló de su tiempo en la Tierra, de cuanto vino a realizar, como testimonio para esta humanidad…
Y esta es su historia, porque me expresó que así aprendió de la tierra y de los hombres… Mi mano sobre el arado; se me envió desde otras edades… mis pies pisan la tierra…
mis ojos otean el horizonte… mi corazón recuerda, siente y ve, desde el ayer, hasta el presente, donde estoy, y grabo mis huellas, para despedirme otra vez de los hombres,
para seguir mi camino, que es una individualidad vestida de eternidad. YO SOY ETERNO, una Luz de soles invisible a los ojos mortales.
Mi arado surca la tierra del hombre terrestre; vino impulsado por las estrellas que desea la humanidad…
penetra, hiere y rompe la capa aparente atestada de toscas piedras, de raíces, de malezas que se adueñan de los espacios, donde deben ir las buenas semillas:
profundiza, removiendo los nidos de alimañas, que ya heridas de muerte, cortadas en restos, se revuelven al tiempo que otras, huyen al paso de mi arado.
Mi mano sobre el arado: traspiro el aliento que da vida a los dioses y los hombres de tiempos que anteceden…
son fuertes mis muñecas, mi piel rubia, tostada por el sol, cubre mi cuerpo de estatura sobresaliente ante los demás hombres de mi tiempo,
en esta encarnación terrestre a donde he venido, para obtener Consciencia de este mundo de conciencia inicial.
Mi mano sobre el arado; soy una memoria viviente del conocimiento que en el futuro la humanidad aprenderá…
huele a tierra, se siente tierra; se remueve en el viento que esparce mi emanación.
El sudor cae sobre mi cuello que es fuerte como el de mis bueyes, transpiración pesada sobre mi carne, pues en mi mundo, el cuerpo trabaja para el espíritu y no para la materia;
sudor que cae sobre mis bueyes; uno de extraño azul oscuro y blanco poderoso de músculos y el otro, rojizo de testa noble e inteligente, los dos émulos del poder de las Pléyades…
Mi mano sobre el arado; yo registro en mi espíritu la consciencia del pensamiento de los hombres terrestres…
mi pelo castaño cae ondeando sobre mis hombros, mientras mis dos manos van encima del arado, que no suelto, porque la fuerza de mis bueyes es poderosa y no da tregua.
Mis dos manos siguen asidas a la guía que tira desde el yugo, que atrae la nuca de mi yunta, la mayor de todas en estas tierras.
Mi mano sobre el arado; pero aprendo de cuanto aquí se escribe en el corazón humano… soy único hijo; toda esta tierra es de mi padre y de mi madre, ya viejos.
Soy su esperanza y sustento, el aliento de herencia para su estirpe, que según él, en mí, si no tengo vástagos, muere.
Mi mano sobre el arado; ante la grandeza de que el hombre terrestre despertará dentro de poco, aunque ahora, por su miseria, es pequeño…
soy varón joven para este tiempo, 36 años de vida, los viejos envejecen a los 80, los hombres maduran a los 40…
Mi mano sobre el arado, mis pies en sandalias de cuero de león pisan la tierra: mi corazón piensa, mi mente en cada sentido reconoce que soy nuevo en esta tierra… todo es extraño para mí…
Mis Padres Progenitores, los dioses de este Universo, suprimieron temporalmente la memoria de mi mundo, para que poco a poco me acostumbre a la tierra…
veo el verde color tostado de la tierra y de los árboles. Huele y sabe a vapores de surco, a polvo que se filtra entre los dedos de mis pies.
Mis manos sudan y sujetan la guía del arado, mis brazos se tensan a cada empellón de la yunta que dirijo con exacta fuerza hacia cada obstáculo que tritura mi reja:
mis piernas se acomodan con firmeza y la cadera fortalece la punta del arado; esa reja-uña de acero fundida de las mejores espadas de los guerreros antiguos de este pueblo huraño y pecador contra Dios y desconocedor de DIOS,
EL ALTÍSIMO SIN NOMBRE Y SIN FIN, de donde yo vengo. Mi mano sobre el arado; mi pulsar siente… en días y noches voy pisando esta tierra; años, desde que mi padre me entregó su herencia por ser único y mayor.
Desde entonces, mi yunta es la número trece; las doce, todas de mi padre y mi herencia, van delante de mí.
Mi arado siempre va repasando la tierra detrás de todas, sin cesar; soy el primero cuando la tierra es nueva y el arado llega por vez primera.
Soy el primero en arrancar pedruscos, raíces malas, yo remarco la tierra por donde las demás yuntas deben pasar…
La tierra espera, el trigo anhela el arado, promete al hombre, se nutre con el resoplar de los bueyes y el pisar de la planta del amo;
YO SOY EL AMO porque aro la tierra. Yo soy el amo y señor de la tierra, guía del arado soy para que la tierra produzca su noble fruto…
Mis bueyes lo saben, la tierra comprende, la semilla obedece y muere al caer, porque ella prepara reiteradamente su vientre para renacer cada vez.
La lluvia entiende mi aliento, acata mi designio: Soy el hombre, el guía que cumple la Ley del Arado y prepararla.
La tierra está lista; mi mano sobre el arado, porque los otros hombres del mañana esperan por el trigo maduro, que es el hálito de los bueyes, el renovar de la tierra, el amor y ley del hombre con la esperanza de la semilla;
es el hacer brotar la vida otra vez por la vida. El arado es enemigo mortal de las raíces malas que detienen la siembra.
La brisa es la consejera de los lomos del labrador, con ella, él alcanza al canto de los pájaros y toma fuerzas para labrar una y otra vez, y el labrar así, es desafiar y vencer cada día que nace…
Desde aquí escucho esas palabras que rompen mis oídos, que hacen que mi arado se afinque con más profundidad en la tierra de mi espíritu y mi alma, en mi camino de universos…
“Así ha dicho el Señor: “Las vestiduras del cielo son para los que persisten en su arado, los que comprenden su fuerza para la tierra y se visten de amor por la semilla y el trigo”…
Soy hijo de Safat: doce yuntas van delante de mí; tengo trece, mía es la última.
Este es el tiempo del Rey Acab en el pueblo del renegado Israel, de la raza arrancada de la Justicia Divina, cortada de las estrellas y del Aliento del Supremo;
mía es la última yunta… y con potestad, las palabras llegan a mis oídos: son como la fuerza de mi arado, el que en mis propias manos labré durante siete años.
De éste, que es una sola raíz de madera dura y vetusta del territorio de los riscos y ventisqueros…
esas palabras rompen mi corazón, lo hacen como mi arado desgarra la tierra a cada paso, a cada palabra.
Se hacen pensamiento, siento crear en ellas nueva carne de mis lomos… “Yo soy el sol que alumbra los planetas”…
Mi mano sobre el arado; mi sentir sella tiempos… En estas tierras ya son conocidas esas vetustas palabras, es la voz del Profeta del Señor, las del Tisbita.
Se dice que viene de Galaad en el desierto: es un profeta que castiga con cada palabra a Israel:
anuncia la presencia del Señor Justo, de un Dios distinto al de la sinagoga.
Él dice venir del Sin Nombre, asegura que el Verdadero no tiene nombre y que él es Esencia de muchos hombres y universos…
“¿Qué nombre queréis darme? Soy como cualquiera de vosotros, soy la mano del anciano y la sonrisa del niño, yo soy el campo y la semilla”…
posteado por Oliver Mora.
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