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jueves, 31 de enero de 2013

Memoria RAM 1-Parte 13: EL MAESTRO DEL TEMPLO, LA MONTAÑA DEL TIEMPO (Hacia Los 27)-Carlos Torres Valencia


Los inquietos espirituales e inteligentes a la edad del novicio, se les adentraba en las enseñanzas de los viejos pergaminos.

Aprendían la escritura de glifos y símbolos; para esto fui llamado. Dijeron que tenía varias cualidades y esta era una de ellas.

Mi pelo aún caía en forma de abanico… Fue al tiempo y llegada de los siguientes principiantes.

Durante días se escuchaban sonrisas y palabras de alegría, una gran mayoría maldecía el lugar, lo llamaban el castigo o mundo de kudú, el tragadero del zohar.

Todos debíamos salir: yo sentía tristeza, no tenía donde ir: buscar a mis mayores, no podía; fui regalado y según la ley de las montañas, todo cuanto se regale, ya no pertenece al Karma ni al Darma del que lo posee; éste se desprende y no se puede reclamar, porque desde arriba del espíritu se le corta setenta veces, pues se convierte en una fuerza que destruye al que la reclama y que eleva a quien la recibió.

No tenía lugar a dónde ir, debía quedarme en el “Nido de Almas”: allí crecí.

¡Saris! el Ser es la identidad única de una creación universal, de la cual, la Preexistencia tiene memoria y propiedad absoluta…

Lentamente fuimos sacados de cámara en cámara desde la caverna; 12 cámaras, un mes en una cada vez menos oscura, hasta llegar al salón de las estrellas; una abertura tallada sobre la roca, en paredes colgantes que se elevan hasta las nubes de donde se desprendían hilos de hielo y abajo, a la altura de nosotros, algunos helechos y musgos manaderos de aguas.

Allí conocimos los caminos, las huellas que entre las nubes, dejaban al surcar los dioses de las estrellas. Los guías nos dijeron que en esos carros voladores venían los Maestros Mayores.

Que ellos habían construido este “Nido de Almas” y le habían fijado tiempo de existencia.

Que venían sólo para sembrar la semilla de espíritu entre los hombres y que cumplida su misión, se levantarían otra vez hacia las nubes, llevándose completamente el “Nido de Almas”.

Dos años duró esta adaptación a la que estaban acostumbrados mis ojos.

Conocía cada piedra y sendero de la caverna, mis oídos y mis sentidos, podían ver con volumen y forma, el tacto de mis pies y mis manos lo sabían.

Podía reconocer en la oscuridad desde el nido de los felinos hasta el arrastrase de las salamandras del frío, una especie de lagarto serpiente de patas y larga cola, inofensivo, con el que solíamos jugar y alimentar como amuleto de vida.

Considerábamos que si nuestra salamandra moría, nosotros nunca saldríamos de allí; la mía sobrevivió, yo la contenía en mis manos.

¡Saris! Toda criatura está registrada en el Gran Libro de Vida de todas las Vidas, mas la vida del hombre es su propio libro…

Sabía que el corte de cabello era la iniciación para salir de la cueva, ahora comprendo qué representa para los que se quedan o vuelven del mundo: ahora se aprenderá a la luz del sol y las estrellas.

Es el gran día: salen los muchachos. Afuera cantidades de gentes los esperan: se escuchan desde aquí los sollozos de sus madres y familiares. Los Maestros Mayores están a la puerta de la sala de las estrellas. Salen uno por uno.

Algunos muchachos escupen de furia y dicen palabras a los guías, que inmutables vigilan. Se van muchos definitivamente.

Todo el día se ve este desfile que iniciamos en la mañana muy temprano. Ya es la tarde y sólo quedamos unos pocos.

Mi pelo ahora es cortado, son duras navajas de metal pulido, parecen vidrio que pasan repetidamente sobre mi cabeza, soy el último de los regalados al “Nido de Almas”.

De todo allí aprendo y grabo en mis memorias: llegan los primeros que regresan después de siete años.

Éstos habían salido cuando entré. Regresan después de probar la vida en familia y descubrir que ya no pertenecen a ella.

Son reconocidos uno a uno, por una corte de veinticuatro maestros, los cuales miran a sus ojos, otros les preguntan, los demás en silencio y con los ojos cerrados dicen a voz:

“su corazón es blando porque hay ternura… su corazón es duro porque falta Saber… su corazón es claro porque es reencarnación… su corazón es oscuro, está lleno de odio y miseria del mundo: ¡Es adultero!” y es sacado a empellones del grupo, arrojado con gran fuerza…

“este corazón no tiene vibrar, es un ente parásito de tinieblas” y es decapitado por los gigantes Protectores del templo, es lección para todos los presentes; nadie puede engañar el filtro del corazón.

Mi cabello ha sido rapado totalmente. Los antiguos ahora serán ermitaños, todos los que han sido aceptados después de la lectura de sus corazones como me dijo el guía:

“Solo por la lectura del corazón pueden penetrar al Templo”. Éstos, ahora podrán caminar en el Saber del Templo, aún no lo conozco.

Yo quedé dentro de él al perder mi cabello, es el símbolo de aceptación; fui apartado de los anteriores compañeros y ahora conformo otro grupo, es el nuevo sello de vida que seguiré…

es la tarde y llegan en manadas los nuevos niños, tienen siete años… ¡Saris! Se inicia la madurez del Impulso Creador; solo avanzarás en él si logras acrisolar consciencia…

Pasaron los años, pues a todo le llega su tiempo… Tengo veintisiete, entre los quince y esta edad, mi preparación fue de alta exigencia.

Tres maestros del Templo Mayor se dedicaron a mi preparación; uno se dispuso darme las enseñanzas del cuerpo, todas sus funciones y estados; el otro, las de la mente y las emociones, como fuerzas que mueven la carne hasta endurecerla, para destrucción o creación y el siguiente afinó mi espíritu y alma, dándome a beber néctares desconocidos para los demás mortales.

Ahora, a esta edad, espero mi iniciación como se me anunció: “Cuando llegues a la edad de dos y siete; iniciarás tu nueva vida, caminarás de la vida hacia la muerte y de la muerte hacia la vida”. Hoy ha llegado este hombre.

Posteado por Oliver Mora.

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