Tiempos Para El Cambio DESPERTANDO Enrique Castillo RinCón, La Historia VerÍdica, De Un Hombre Contactado. Parte 4: “El Contacto”
parte 4: “el contacto”
Colombia, noviembre, 1973.
En los últimos dias del mes de Octubre de 1973, en una de las tantas contactaciones telepáticas con los “Emisarios de las Pléyades”, me anunciaron la fecha de la cita para el 3 de noviembre siguiente, en una laguna que no precisaron.
Fui elegido como la única persona en Colombia para sostener este tipo de relaciones. Sufrí una serie de experiencias ligadas con la preparación del mismo; la primera de ellas la tuve en sueños.
Durante cuatro noches seguidas, en forma repetida. Vi unos rostros señalándome una laguna rodeada de bosques y de pequeñas elevaciones montañosas. No pude explicar estos sueños a mis compañeros de grupo.
Supuse que dedujeron el hecho como una influencia anormal del momento sobre el inconciente. Resolví callar y llevar el asunto hasta sus últimas consecuencias.
No hubiera podido explicar algo que de por si carecía de toda lógica. Además, muchos dudaban, pues con un intento fallido en La Calera, a pesar de haberlo analizado cuidadosamente, aun dejaba ver muchos vicios, transmitiendo ciertas sospechas sobre su autenticidad.
Mis amigos del espacio previendo esto, e interesados en el éxito de la misión, intensificaron sus comunicaciones personales, detallándome las coordenadas exactas del lugar fijado con anticipación para el encuentro.
Por otro lado me informaron sobre el plan a seguir, una vez llegara a la laguna y al bosque que la rodeaba. Debía guiarme por las indicaciones del sueño hasta encontrar un claro.
En el vería un árbol y bajo sus raíces, oculta por una piedra de regular tamaño, encontraría una esfera; debía tomarla y caminar al sitio convenido. Fijaron la hora de la llegada para las 8 de la noche.
Me prohibieron llevar objetos cortopunzantes. El sábado 3 de Noviembre me levante temprano. Temiendo un desenlace imprevisto, alerté a mi esposa y a mis socios para que consideraran una prolongada ausencia mía por algunos dias; pero sin explicarles mayor cosa.
Almorcé como de costumbre, y a eso de la una de la tarde me dirigí a la estación de buses. Partí a las 3 y media; el bus se alejó velozmente, no hubo novedades importantes fuera de las folclóricas actitudes propiciadas por la gran cantidad de campesinos que subieron o bajaron durante el viaje.
Al cabo de dos horas y media me bajé. El bus se alejó con velocidad levantando a su paso una molesta nube de polvo.
Lo observe hasta que se perdió en la distancia, mientras recordaba en detalle la secuencia de los hechos que me llevarían al encuentro físico con los extraterrestres.
Mi indumentaria era sencilla: pantalón de dril, zapatos gruesos que junto con una ruana (tipo de poncho de lana propio de esa región, para protegerse del frió.).
Y un sombrero, facilitados por Richard Deeb, me confundirían fácilmente con algún campesino de la región, sin despertar sospechas.
Contemplando el paisaje respiré profundo y tomando todas las energías del caso impulsé mis piernas con fuerza. Camine durante otras 2 horas, deteniéndome solo a tomar aliento.
El sendero era difícil. Algunos pasos incómodos aceleraron mis pulsaciones, recordando con cierto temor, los caóticos instantes producido por el asma en mi niñez.
La región donde me encontraba era fértil. Su verdor contrastaba admirablemente con el azul del cielo, los ruidos de la naturaleza nada presagiaban.
De tanto en tanto, el grito agudo de una mujer protestando por algo que no alcanzaba a escuchar, rompía mis pensamientos. Al final de la tarde llegue a la laguna.
En un recodo de ésta, di un paso falso hundiendo mis pies en el fango camuflado por unas hierbecillas abundantes. La humedad se filtro por entre los zapatos y las medias, obligándome a retroceder.
Entonces tome un camino de herradura poco transitado, desde donde pude apreciar con cierta sorpresa que eran dos bosques divididos por un extraña curva, que la laguna, en su afán de prolongarse, dibujaba.
La calma de sus aguas era sorprendente. Solo escuchaba el golpeteo de las ondas impulsadas por la escasa brisa fresca, pero penetrante.
Mire mi reloj automático, calculando que cumpliría puntal la cita, y sintiéndome en la necesidad imperiosa de llegar cuanto antes al lugar, aumenté la velocidad de mis pasos concentrándome en alcanzar la meta.
Los bosques estaban frente a mí. Elegí el primero, y hacia el me dirigí rápidamente. Penetre entre los árboles. Era un bosque bien tupido.
Reflexionando, comprendí porque los extraterrestres escogían lugares solitarios. La danza y el ritmo de los árboles al vaivén del viento invitaban a la paz, lejos del turbulento caos de las ciudades. Todo se apreciaba con claridad.
El sonido de mis pies al contacto con las horas secas, el murmullo del bosque, y en un hablar ininteligible, el agua de la laguna. Me detuve en un claro del bosque, todo era como un sueño.
Entre un grupo de árboles distinguí uno en especial que identifiqué sin ningún esfuerzo. Corrí hacia el y mire a mi alrededor por si alguien me observaba.
Allí había una piedra no muy grande. La moví sin dificultad, y como si alguien me hubiera golpeado, sentí la sangre subir a mi cabeza, con fuerza.
Allí se encontraba la esfera al alcance de mi mano. La tome para observarla al detalle, era liviana y metálica como el acero inoxidable, fría como el hielo, descubrí en ella varios orificios como si hubiera sido picada por una aguja muy fina. Seguí el camino con la esfera entre mis manos, no me cansaba de mirarla.
También estaba pendiente del cielo y del bosque. Sin ver a nadie me alejé rápidamente de la laguna internándome cada vez mas entre el follaje y la oscuridad que me envolvía.
Mire mi reloj, las manecillas fosforescentes me indicaba unos minutos para las 8 de la noche. El momento se acercaba, no me detuve un solo instante.
Extrañado, fui sintiendo la esfera calentarse irregularmente. En un principio pensé que era producto por el calor porque estaba guardado en mi ruana.
La duda se despejó cuando de los orificios de la esfera emergieron una gran cantidad de finos rayitos de una luz intensa, de un azul profundo.
Lo único que cruzó por mi mente en ese momento, fue que tenía una bomba entre mis manos. Debió haber sido activada por algo, pues el calor aumento.
La lleve a mis oídos, pero no escuche sonido alguno. Por su cambio de temperatura sin llegar a quemarme, la tome unos minutos con la punta de la ruana, y otros con la mano.
Recordé a los Hermanos Mayores y me preparé a facilitar las cosas. Las 8 y 10 de la noche. No había huellas de su presencia, la esfera, del tamaño de una pelota de golf permaneció en mi mano izquierda.
De pronto el tiempo se detuvo, me quede con la boca abierta por lo que acababa de acontecer.
Mis oídos fueron estremecidos de improviso por un ruido sordo, al tiempo que la zona donde me encontraba se iluminó como si el sol hubiera salido de repente.
En la claridad del nuevo día, aprecié a la perfección dos naves atravesar los árboles sobre mi cabeza a 200 metros de altura. Las miré perplejo, en su inclinación venían chorreando agua.
Eran enormes, pudiendo calcularles sus dimensiones de 40 o 45 metros de diámetro o tal vez un poco mas, por 12 0 15 metros de altura.
Sobre las naves distinguí una gran cúpula proyectando una sorprendente luminosidad. La temperatura del lugar varió notablemente. Cuando pasaron sobre mi, sentí calor. Aterrado, no supe que hacer.
Me estaban esperando en el fondo de la laguna, por eso oí el ruido al toque del agua; todos los ruidos nocturnos cesaron. El tiempo se detuvo….La momentánea iluminación diurna fue extinguiéndose poco a poco.
Se detuvieron a más de 100 metros de donde me encontraba. Silenciosa, una de ellas se colocó detrás de la otra. Ya no hubo luz, solo un diminuto halo irradiaba la primera nave.
Esta se adelanto como si preparara algo. Moviéndose lentamente produjo un ligero balanceo y a 60 metros de distancia, proyecto dos rayos de luz a anaranjado fuerte de forma perpendicular sobre el suelo.
Dos figuras se deslizaron entre los rayos de luz hasta perderse en los árboles. Desde donde me encontraba solo alcanzaba a ver la enorme nave.
De los haces de luz debo decir que no se apagaron como sucede con la luz de las linternas, solo vi cuando se fueron recogiendo hasta llegar a la base del aparato, en una aparente absorción.
El sonido de unas ramas y el caminar sobre las hojas secas, delató la presencia de los dos seres. A diez metros de mi, note un luminosidad.
Los trajes eran de un gris plomo, pero no brillaba; tenían unas botas de color naranja o mandarina, escafandras con visor dejando entrever claramente sus ojos como me constataría después, al estar cerca de mi. Traían unos cinturones con unos extraños botones sobre ellos.
Cinco en total: 3 a la derecha y 2 a la izquierda. Unos botones eran más grandes que los otros. Dos de ellos estaban encendidos; uno era verde y el otro blanco. Los dos astronautas vestían de la misma forma.
Estaban separados 4 metros uno del otro. Ambos vinieron al encuentro. Sonreí nerviosamente, no supe que hacer, pues ni un solo pensamiento pasó por mi mente, limitándome a contemplar la escena.
Al detenerme, escuche una voz en mi cerebro: -Enrique, no tengas miedo. ¡Somos incapaces de hacerte daño! Reaccioné temeroso retrocediendo 3 o 4 pasos, quise correr, pero tope contra un árbol a mi espalda.
Serenándome un poco decidí enfrentar la situación.
Escuche la voz de nuevo:
-Enrique, somos tus amigos, no vamos a hacerte daño.
Te vamos a subir a bordo, no tengas miedo, si no quieres no lo haremos; pero necesitamos este encuentro. Es Vital.
Di mi aprobación con la cabeza, haciendo un desesperado esfuerzo por conservar el control de mis emociones, mis manos sudaban, apreté la esfera con la izquierda.
El que estaba a mi lado derecho se acercó, pudiendo ver sus ojos por entre el visor de la escafandra. Unos anillos rodeaba el cuello, conectando la escafandra con el traje.
A la altura de las orejas salían unos cables enroscados que se perdían en la espalda. Mirando a sus ojos escuché la voz, “camina con nosotros”.
Al volverse aprecie un morral pegado a su espalda…, allí iban a parar los cable enroscados. Además en la parte superior del casco sobresalía una especia de ojo electrónico.
Empecé a caminar siguiéndoles de cerca. La forma estilizada pero muy masculina de sus cuerpos, contrastaban con su estatura de 1.78 a1.80 metros…
Uno de ellos se colocó a mi lado, y el otro continúo caminando por delante, haciéndolo con mucha seguridad. Le sonreí constantemente, ellos me miraban una y otra vez.
Llegamos a un claro del bosque libre de árboles y vegetación. El que iba adelante se volvió a su compañero y a mí diciéndome:
-¡Espera! Hizo un ademán, uniendo las manos al cuerpo. -Quédate ahí te vamos a subir a bordo.
La nave se fue acercando como si hubiera recibido una señal. El más próximo se acercó tocándome suavemente el brazo y el hombro derecho, mientras decía: -Enrique soy tu amigo no temas.
Con estas palabras me sentí seguro, pues el temor desapareció por completo, y me invadió una gran paz y seguridad. Del aparato volante fue despedido un rayo de luz, rodeando mi cuerpo un metro alrededor.
Vi como las hojas y los terrones de tierra y piedrecillas saltaron al contacto con la luz. Experimenté un molesto hormigueo, como alfileres clavados en mi cuerpo y en mi cerebro.
Me desprendí del piso y lentamente fui ascendiendo. Al dejar las copas de los árboles divisé la laguna. Recorrí unos 50 metros para arriba. Una terrible sensación de vació me recorrió el estomago.
Moví mi mano derecha con nerviosismo y sentí que la luz era sólida, como el vidrio. Molestos fluidos electrónicos recorrieron mi cuerpo. Seguí subiendo.
Una compuerta se abrió arriba de mi cabeza, entré, y el rayo luminoso me deposito con suavidad en el piso de la nave. Nadie me esperaba. Pude respirar sin problemas, pues el aire era puro.
La sala en forma hexagonal estaba vacía. Había una luz y no supe de donde salía, pues no vi bombillas, ni lámparas. Al caminar 2 o 3 pasos, me di cuenta que tampoco había sombra.
Agité la ruana ejecutando al mismo tiempo algunas figuras con el sombrero pero la sombra no apareció. La luz no proyectaba sombra siendo agradable a los ojos, la temperatura era fresca y me sentí bien.
Entonces escuché una voz que dijo: -Enrique ¡desvístete, quítate la ropa! Mire a mí alrededor, buscando la procedencia de la orden. Por segunda vez. -Enrique ¡Desvístete!
Con cierta desconfianza, me deshice de la ruana y el sombrero, guardando la esfera en el bolsillo interior de mi pantalón, de nuevo, escuche la orden, empezando a desvestirme con lentitud, con mucho temor.
Por último la voz sonó imperativa: -Tienes que desnudarte ¡Es necesario Enrique! Me quité rápidamente las últimas piezas de mi ropa, cubriendo mi desnudez con las manos, pues me sentí incomodo.
Un instante después comenzó a salir humo del vértice que unía el piso con las paredes. Desconcertado, pensé que me envenenarían como hicieron los nazis con los judíos en las cámaras de de gas.
En menos de cinco segundos toda la sala se cubrió de este humo, tocándome con suavidad y sin impedirme respirar normalmente.
Era azul, con delicioso olor que asocié inmediatamente con lima o limón. Al transcurrir varios segundos desapareció por donde había salido.
No pude encontrarle explicación. Caminando por la sala pensé en la forma de salir de ella. No había puertas ni remaches, ni una sola costura que delatara una salida.
Estuve siempre a la expectativa. La voz se escucho de nuevo:
-¡Vístete Enrique! Sin hacerlos esperar cuatro veces como al principio, me vestí tan rápido como pude.
Otro sonido suave, y una puerta se abrió hacia arriba o hacia los lados. -Enrique, AMIGO MIO – saludó uno de ellos!
Le extendía la mano respondiendo de la misma forma, en tanto me presentaba a su compañero que recién entraba al salón.
-Este es Khrunula- dijo en castellano. Le extendí la mano, pero con sorpresa observe como la de él apenas la colocaba a la altura del pecho, tocó mi mano suavemente, haciendo luego una ligera inclinación, como una especie de saludo.
Me volví a mi primer interlocutor desarrollándose con una sorpresiva conversación de respuestas cortas, pero sin comprender a cabalidad lo que estaba pensando.
-Yo soy Ciryl, Enrique.
Le respondí: -Yo soy Enrique Castillo
-Si yo soy Ciryl Weiss
Volví a repetirle: -Si yo soy Enrique Castillo, tus eres Ciryl Weiss.
Agregó: -¿No me recuerdas en Caracas en 1969 a la entrada del teatro? Yo soy tu amigo de aquel entonces, ¿no te acuerdas?
Por fin entendí el significado de aquel intercambio de palabras. Con alegría desbordante y con los recuerdos a flor de mis labios, exterioricé todo el cúmulo de sentimientos reprimidos y promoviendo una desbordante sensación de dicha, le dije:
-¡Ciryl, mi amigo suizo; pero que haces aquí!
-Yo soy uno de los tripulantes de esta nave.
-¿Cómo?- dije
-Sígueme te lo explicaré.- dijo Ciryl.
Me pidieron la esfera y al instante la entregué.
Caminando por un pasillo semicircular, entramos a una amplia sala; cuatro personas sentadas, nos esperaban frente a un escritorio o mesa grande, transparente como la clara de huevo y situada en el centro de la sala.
Dos de ellos vestían un traje color “miel quemada” y los otros dos de color plateado, diferente al gris plomo de los seres que bajaron por mí. Ciryl, presuroso me dijo: – Mi nombre es Krisnamerck y soy extraterrestre.
En un momento pensé que tal vez mi amistad con Ciryl en Caracas había influido en mi escogencia para el contacto. No podía creer que Ciryl fuera extraterrestre, sus facciones estaban un poco cambiadas.
Pómulos salientes, la boca mas delgada, casi sin labios, al sonreír pude verle una bellísima dentadura.
Nariz muy recta, sus ojos ligeramente asiáticos de un azul profundo. Su cabello amarillo llegaba hasta los hombros.
A las 8:25 de la noche se realizó el encuentro que no me permitiría volver a ser el mismo de antes, por las hondas implicaciones a desarrollar se posteriormente.
Pude apreciar los hombres detrás de la mesa transparente. No tenían escafandra. Eran asombrosamente parecidos, de la misma estatura.
De cabellos amarillos, piel tersa como la de un niño. Sus frentes eran amplias y sus caras terminando en una barbilla recta, no tenían arrugas, manchas o lunares.
Uno de ellos al volverse, descubrió unas orejas perfectas. Sin ser atléticos, sus cuerpos estaban perfectamente conformados.
Al saludarlos me repitieron el toquecito con la palma de la mano y respectivamente su inclinación de cabeza, señalándome un solitario asiento frente a la mesa.
No llevaban guantes, sus manos eran blancas y sedosas, con dedos un poco mas largo de lo normal.
El líder se sentó de último. Ciryl lo presento como comandante de la nave y el jefe de la Misión, de nombre Krhamier.
Seguidamente, a los demás: Krensa, Cramakan y Kruenenyer, que junto con Krisnamerck y Khrunula conformaban parte de la tripulación.
Nos observamos detenidamente. Me miraban y examinaba minuciosamente. Intenté detallarlos al milímetro también. En un tenso silencio, mi corazón se agito de tal forma que creí estallaría. Esperé.
Fueron ellos quienes hablaron primero. Por fin el comandante se adelantó, no sin antes pronunciar extraños sonidos, con gran cantidad de ese y zetas, dirigiéndose a su compañero y en tono casi imperceptible, dijo:
-¡Bienvenido!
-Me alegro de estar con ustedes, Hermanos, respondí. Pero quisiera saber ¿Por qué me encuentro aquí y de donde vienen? -Venimos de las Pléyades.-dijeron.
-¿Donde están las Pléyades? -Lo que ustedes conocen como las “siete cabritas”.
Les hablaba en castellano y el comandante respondía telepáticamente, sin mover los labios, pero escuchando su voz en mi cabeza claramente.
-En cuanto a la pregunta de porque estas aquí, tu la conoces perfectamente, porque desde hace años te estamos siguiendo.
Asombrado no dije palabra alguna, pues aun hoy, al escribir este libro desconozco las razones de mi encuentro con los extraterrestres.
¿Qué cualidades encontraron para seguir paso a paso mi vida?
¿Porque me escogieron?
Aun hoy no lo se, y esto me mortifica hasta la desesperación. La conversación en la nave continuó.
Llevaba un cuestionario escrito en un papel por algún miembro del grupo, pero no me acordé de el en ese momento.
Las preguntas y respuestas se iban desarrollando tal como se presentaron, en ritmo de improvisación. La actitud de los tripulantes era más de brindarme confianza que de entregarme información.
Krisnamerck y Khrunula, con los brazos cruzados y parados en forma rígida, casi militar, escuchaban atentos.
El salón donde nos encontrábamos era amplio y circular, su diámetro alcanzaba los 6 metros, con separaciones blancas transparentes.
De forma geométricas a manera de secciones. Cuatro salientes venidas del piso superior sobresalían a forma de vigas, dos columnas daban la impresión de ser de material plástico.
Las sillas donde estábamos sentados, parecían forradas en cuero. Al tomar asiento sentí su blandura, sumiéndose al nivel correcto de las piernas y adaptándose a las formas de mi cuerpo, me permitía descansar con comodidad.
Unos cuadros decoraban la sala con representaciones de animales, a mi parecer, deformes. Eran una especie de serpientes aladas y de dragones.
Otros mostraban aves volando. Y temas del espacio, con estrellas, planetas, rutas de caminos estelares, rectos o en espiral, como si fueran embudos.
Algunos folders, envueltos en citas parecían forrados, conteniendo hojas semejantes al plástico muy fino, (vidrio) ¿Cartas de vuelo?
El ambiente de la sala era sobrio. Había adornos en formas de plantas o flores encerradas en una cúpula., que exhalaba una especie de niebla o gas.
La tierra estaba húmeda. Tenía piedrecillas que se traslucían a través del material de la cúpula.Debía tener 2 metros de semicircunferencia, puesto que era ovalada.
Estaba colocada sobre una mesa de ocho patas y de 1.20 mts. de altura. Era como un acuario, pero vegetal. Parecía un fondo marino sin agua, solo con la humedad sobre el cristal.
Pensando si habría mujeres abordo; el comandante respondió: -Si las hay, pero no las veras en este momento.
Me habían leído el pensamiento haciéndome sentir incomodo. Debieron hacerlo desde cuando llegue a la nave. No me cansaba de mirar la belleza de sus rostros.
Se me antojo pensar en la gigantesca distancia entre mi planeta y las Pléyades. No pudiendo sostener mi curiosidad, interrogue: -¿Y hace cuando tiempo salieron ustedes?
-¡Acabamos de salir!- dijeron.
-No entiendo
-Para vosotros hace millones de años, cuando vuestro planeta no tenia condiciones de vida inteligente. Para nosotros, acabamos de salir.
En un ademán con su mano izquierda y haciendo sonar los dedos, supe que había contabilizado con un tiempo diferente al nuestro. Se sonrieron. -¿A que distancia se encuentran las Pléyades?-dije.
-Vosotros tenéis las medidas en los libros. Estamos a más de 500 años luz según vuestra manera e contar. Mas tarde comprobaría, que nuestros libros hablan de unos 410 años luz, otros, 328 años luz.
Pregunte si la forma de viajar de ellos tenia que ver con la Teoría de la Relatividad del Dr. Albert Einstein y los campos Unificados.
El comandante Krhamier me contesto: -Para que la teoría quede correcta habría que modificarla por lo menos 3 veces. Ademas la velocidad de la luz no es de 300.000 Kms por segundo.
Esa cerca de los 400.000, solo que la luz sufre unas especie de frenaje en las capas atmosféricas, electro-estáticas, eléctricas, en las capas de ionizacion que tiene el planeta, el cinturón que llamáis “Van Allen” y otro no detectado todavía por vuestros científicos, que tiene forma de dos mitades de una manzana.
Me apena no haber profundizado algo más estas palabras, pero en honor a la verdad y gracias a mi escaso conocimiento de estos asuntos, no pude preguntarles de algo totalmente desconocido para mí.
Mi esfuerzo por el momento seria el de transcribir textualmente la palabras de mis interlocutores. Una vez terminada la presentación formal y de haber intercambiado ideas Krisnamerck me invito a conocer algunas secciones de la nave.
Salimos por otra puerta unida a un salón de descanso, allí observe varios cojines en el suelo. La pared estaba iluminada por un halo de luz agradable a los ojos.
También era de forma circular. No hice preguntas. De nuevo en el pasillo, encontramos mas salas curiosamente conectadas a la sala central donde estuvimos primero.
En uno de estos recintos vi botellas, frascos grandes, inclinado un poco y cerrados herméticamente. Una de las botellas contenía un líquido muy verde.
Pregunte que era. -Es extracto de clorofila que tomamos de los bosques y selvas, extrayéndolos de los mejores árboles. Estos son básicos en nuestra alimentación. Nosotros comemos como vosotros.
Nos gustan las frutas cultivadas en el Sur del Continente. Los duraznos, los melocotones, las uvas….
¿Chile, Argentina?-dije.
-Nosotros tomamos “prestadas” las frutas de los cultivos y luego por las noches, con ciertos rayos que producen una fuerte concentración de iones, aceleramos su crecimiento y maduración.
A las pocas horas los frutos estarán de nuevo en su punto. Debes creerlo, porque es cierto. Nosotros realizamos una alteración dirigida del metabolismo de los vegetales. Nuestra tecnología nos lo permite.
El salón de las botellas, también contenía otras de color café y algunas de un líquido muy transparente. -A bordo de nuestra nave tenemos un laboratorio donde procesamos todos los alimentos.
Seguimos nuestro recorrido y al pasar por lo que creí era una sala de recreación, alcance a ver libros cuyas páginas transparentes tenían escritos símbolos muy parecidos a la del alfabeto japonés.
Siguieron insistiendo en la forma como se alimentaban. -Nosotros necesitamos este tipo de alimentación, porque hemos detenido el proceso de cariocines, tenemos una técnica con la cual mantenemos vivo el proceso celular impidiendo el envejecimiento.
Deduje que consideraban la vejez como una enfermedad. De otro lado me pareció interpretar sus palabras sobre el concepto de la inmortalidad.
Pero no me lo dijeron directamente, y yo no me atreví a confirmar mis sospechas. -Estamos aquí cumpliendo una misión muy especial.
Pertenecemos a una civilización muy desarrollada, hermana de otras civilizaciones, de donde hemos recibido órdenes específicas para el planeta Tierra.
Desde la antigüedad hemos contactado con otros hombres pertenecientes a otras culturas. Hemos influido en sus pensamientos a través de los que ustedes han llamado “Maestros”.
Pero no solo en este planeta, también en otros mundos hemos contribuido al desarrollo no solo científico y cultural, si no también en el espiritual.
Además, algunos de nosotros han “nacido” aquí o reencarnado, si lo preferís, desde lejanos tiempos. Posteriormente me condujeron a una escalera metálica en forma de caracol e íbamos por ella a otro piso.
Tres hombres se cruzaron en nuestro camino. Krisnamerck dijo que la tripulación constaba de 12 miembros hombres. Los 3 tripulantes se voltearon y me saludaron. Uno de ellos se perdió por una compuerta comunicada a una sala.
Los otros se situaron frente a un tablero de controles, manipulado por otros extraterrestres que no se dieron por aludidos pasando asi “desapercibida” mi presencia.
Recorrí con la mirada la sala de controles localizada en el tercer piso de la nave. Varios mapas estaban extendidos. Con los brazos cruzados hacia atrás, los observe. -Son mapas cósmicos. Dijeron.
Parecían haber salido de la pared, para que yo los viera, el panel de control con luces que se encendían y se pagaban como las de neon de los avisos publicitarios nocturnos, debían influir sobre los mapas.
Estos aparecían marcados con luces multicolores representando zonas. Había líneas definidas, otras sin función aparente mostrando galaxias, nebulosas, soles y planetas.
Pregunte si podía saber los nombres de esos planetas. -No te serviría de nada, porque nosotros los conocemos con nombres diferentes.
El comandante ubicó nuestro planeta en una Vía Láctea Totalmente diferente a como nosotros la conocemos en fotografía; una luz pulsante diferenciaba al planeta Tierra de otros puntos, situándolos en un lugar bastante alejado.
-Nosotros no exploramos vuestro planeta, porque tenemos base en el desde hace miles de años. Otras civilizaciones lo hacen.
Acercándome a los tablero de control examine una especie de relojes; eran varios, superpuestos uno sobre otros, pero sin entorpecer su funcionamiento entre si.
Cada uno tenis sus propias manecillas marcados con caracteres ilegibles. En algunos de los relojes alcance a observar números semejantes a los nuestros, señalados por una manecillas común y corrientes. Parecían medir varios tiempos a la vez, y uno en relación a los otros.
Entremedios en mi momentánea curiosidad, debí volver mi atención a las palabras serias del comandante. -Estamos aquí porque conocemos las calamidades que sobrevendrán en el planeta Tierra.
Una de ellas, la tercera guerra mundial. Está próxima, sabemos la fecha, pero nos podemos intervenir. Eso seria contra lo que vosotros llamáis ”libre albedrío”.
Debéis aprender a convivir en paz y armonía. Pero tenéis que lograrlo por vosotros mismos, y eso es alcanzar un nivel de conciencia.
Tal vez, el mayor descubrimiento que harán los hombres de la Tierra, será el conocer a Dios, si los rodeos y limitaciones que le habéis impuesto.
Dios no tiene forma, es omnipotente y no podéis representarlo. Vosotros creéis en un concepto de Dios totalmente errado.
Nosotros no lo conocemos como vosotros lo habéis imaginado. No le damos nombre especial, pero cuando no referimos a El, le llamamos, “el que no tiene nombre”: El innominado.
En nuestra manera de vivir, no necesitamos creer como vosotros. El comandante habló con tal propiedad y conocimiento del tema, que no pude objetarle absolutamente nada.
Solo se me ocurrió preguntarles algo relacionado con las investigaciones de los estudiosos. -¿es verdad que ustedes intervinieron en la destrucción de Sodoma y Gomorra?
Nuestra Biblia señala que fue un “castigo de Dios”. Un castigo donde perecieron miles de niños y gentes inocentes.-dije.
-La destrucción no la realizamos nosotros, fue otra civilización, otra raza. Vosotros no podéis entenderlo ahora.
Se obedecen órdenes superiores, y cuando se da una orden, hay que cumplirla. Los que dictas esas órdenes, obran con equidad y justicia.
-¿Cómo hicieron ustedes para viajar desde las Pléyades hasta la Tierra?-dije. -Nosotros viajamos a la velocidad del pensamiento. En otro momento te explicamos eso.
-¿Cómo es vuestro sistema solar?-dije.
-Esta compuesto de 3 soles. Dos de los cuales giran alrededor de un Sol Mayor. Y alrededor de los soles, giran 43 planetas Nosotros vinimos de uno de estos planetas, pero no todos están habitados.
Todavía estamos estableciendo colonias. Nuestro Sol le llamamos SHI-EL HO y vivimos en 4to y 5to planeta, de donde venimos.
Salimos del cuarto de navegación para dirigirnos nuevamente a la sala circular de nuestra primer entrevista y allí continuo el dialogo. Miraba con cierta extrañeza mi reloj detenido a la 8:25 de la noche.
Moví mi mano infructuosamente, tratando de hacerlo funcionar. Calcule en hora y media mi permanencia en la nave.
Krisnamerck, sonriente dijo: -Tu reloj no funciona aquí adentro.
-Buenos, si mi reloj no funciona, entonces, porque no volamos algún lado?-dije.
-Ven, acompáñanos. Desde que tú entraste, estamos viajando.
Realmente me sorprendió, pues supuse que debía estar usando un traje especial de astronauta, guantes y escafandra, además de ajustarnos el cinturón de seguridad y mil cosas más normalmente en los viajes a gran velocidad. No sentí un solo movimiento.
Me llevaron a un panel especial donde se encontraba un visor que se abrió como los parpados de los ojos, en forma cóncava, apareciendo una pantalla.
Me senté frente al visor, en una silla Fija. Uno de ellos, manejando los controles, los gruado y me invito a mirar por el. Al acercarme vi un gran vació sintiendo una desagradable sensación de vértigo.
- Toma las palancas y gradúalas a tu vista. Las moví aquí y allá hasta ajustara a mi visión, pudiendo mirar con toda claridad a través de la pantalla. -Esa es tu casa.
Me quede mudo, era un especie de telescopio compuesto de un rayo de luz capaz de atravesar el techo y las paredes de las casas. Mi familia dormía, y el perro parecía ladrar y moverse nerviosamente contra la ventana de mi habitación.
Al mover las palancas por equivocación, atravesé una casa de la vecindad. Un poco alarmados, me motivaron a mirar solo a donde yo vivía.
-¿Cómo encontraron mi casa?
-Este mismo aparato puede atravesar inclusive algunos metales. Asi hemos observado a muchas personas.
Seguimos movilizándolos a cierta velocidad. Pude apreciar la avenida 68 (avenida muy importante en Bogota), los carros que transitaban por ella y los barrios a lado y lado, dibujado como si estuvieran en una maqueta.
Les pregunte si podía contar todo lo que estaba viendo.
-Eso es cosa tuya, tú puedes hacerlo.
Nunca vi resistencia por parte de ellos, ni prohibiciones. Mis preguntas en la mayoría de las veces fueron infantiles. Quería saberlo todo, pero no supe por donde empezar.
Fueron ellos los que inteligentemente dirigieron mis pensamientos par que los cuestionara sobre algún tema especial.
-Tenemos información que será entregada a su debido tiempo. Afectara a todas las religiones de la tierra.
Tiene algo que ver con lo que vosotros llamáis “La Creación del Hombre”. Pertenecemos a una organización de ayuda a la Tierra, siempre hemos estado presentes.
Al pasar el tiempo sentí hambre. Me ofrecieron una especie de barra de chocolate envuelto en plástico. Su sabor era muy parecido al sabajon (licor colombiano). De bocado en bocado lo termine.
Sentí un calor agradable y mi hambre se vio saciada momentáneamente. Posteriormente, y luego de varias y repetidas preguntas bíblicas, me dieron a probar algo de lo que aseguraron no me arrepentiría.
Tomaron de una bandeja algo asi como capullos muy semejantes a las crispetas de maíz preparadas en casa. Su sabor bastante dulce, produjo Otra deliciosa sensación de calor.
Pensé que me estaba drogando, porque por momentos mis parpados se hicieron bastante pesados. ¿Sabes como se llama esto que estas comiendo?- me Pregunto Ciryl!
-No lo se. Es parecido aun tipo de maíz empleado en nuestra alimentación.-dije.
Entonces agregó: -Esta compuesto de cuatro cereales, dos existen aquí en la Tierra. Con esto se alimento el pueblo judío durante los 40 años que permaneció en el desierto, según cuenta la Biblia.
-¿Ciryl, eso es mana del que hablan las escrituras? Tomándome la cabeza con las manos, y con algunas de estas crispetas en mi boca, no supe más que decir.
Este alimento, “maná”, como lo llamaron los judíos, me quito el hambre y la sed por 24 horas. Y de un poder energéticos bastante alto.
-Nosotros lo utilizamos como alimento en nuestros viajes, comentó Ciryl. Con los emisarios de las Pléyades, fue difícil coordinar mis ideas. La lógica no se ajustaba a nuestra conversación.
Cada palabra, cada frase, fue una sorpresa, nada tenia sentido, pero ellos me lo decían con tranquilidad y seguridad de quien vive en un mundo diferente, al revés.
-Enrique, esto te va a traer muchas incomprensiones. te veras rodeado constantemente de gentes que te felicitaran y alabaran endulzando tus oídos con palabras hermosa; todo para extraer de tus labios alguna información.
Pero luego, a causa de la información que les has dado, los veras convertidos en tu peores calumniadores. Amigos que no son tus amigos buscaran perderte.
Ellos mismo te rodearan con hipocresías y engaños. Es una advertencia Enrique, El riesgo es muy grande.
-¿Como saben ustedes tantas cosas?-dije.
-Es muy fácil. Al hacer invisibles nuestras naves, camuflándose sobre las ciudades gracias a un campo especial de energía vibratorio, volamos prácticamente sobre las cabezas de las personas y ellas no se dan cuenta. Burlamos los radares creando confusión y desconcierto con nuestras maniobras.
Manejamos nuestras naves como queremos. Esas son las ventajas de la tecnología. Por otro lado, tenemos emisarios en la tierra confundidos con la masa humana, que diariamente recorren las avenidas de las grandes y pequeñas ciudades. Es mi caso Enrique, fue en 1969. Muchos de nosotros están entre vosotros.
Aquí se me ocurrió preguntar de nuevo, como lograban velocidades extremas para desplazarse en el espacio, como habían hecho para viajar desde las Pléyades hasta la tierra, y si podían darme alguna información al respecto sin lesionar sus intereses.
Ciryl me condujo con otros dos tripulantes a una sección en donde estaba la “maquina” que genera la fuerza que utilizan para sus viajes. Mi corazón latía aceleradamente.
¡Que emoción! Ser tal vez, el primer terrícola que podría ver en operación plena el “motor” de impulsión de la nave. Al penetrar en la sección de seguridad nos estaba esperando el Comandante Krhamier.
Seguramente penetró en la zona por otra vía de acceso. Al entrara a la sección, en las paredes se activo una o varias alarmas de sonido o frecuencia que iba directamente al cinturón de los tripulantes.
Me explicaron que los demás habían sido advertidos de nuestra entra a la zonal del “motor”, que también se reflejaba en el panel de control de la nave y en otras áreas.
Ante nosotros se encontraba incrustado en una pared metálica un “visor”, y ante la misma pared, dos cómodas sillas.
Me invitaron a sentarme en una de ellas, y al acercar mi rostro hasta el “visor” ¡que espectáculo tan formidable y maravilloso! contemplaron mis ojos!
Adentro de las entrañas de la nave, un grupo de tres grandes diamantes o cristales giraban lentamente sobre si mismos alrededor de un “tubo” pegado del piso al techo, que giraba a su vez, en forma contraria.
Los colores y tonalidades del “tubo” daban la impresión de un calidoscopio de puro cristal. Me quede fascinado por el soberbio espectáculo.
Al retirar mi rostro del “visor” para hacer una pregunta, noté que seguramente mis facciones habían sufrido alguna palidez. Los tripulantes me observaban sonrientes.
Me dirigí a Ciryl, pero me contesto el comandante adivinando mi pregunta. -Son Cristales, no diamantes.
Les llamamos “cristales memoria”, son programables y reciben información del “traductor principal” (el tubo que giraba).
También les decimos “los cristales vivientes”. Estos son tomados por nosotros de algún planeta en donde crecen y se reproducen.
Había notado que los cristales giraban sobre si mismos unidos a una base que también giraba alrededor del “tubo” (traductor). Los cristales debían tener unos 70 cms (o quizás menos).
¡Estaba observando el mismo movimiento de la tierra en su orbita alrededor del Sol! pero en miniatura. No salía de mi asombro, cuando al hacer otra pregunta me dejarían sin respiración.
-Comandante, ¿podrían ustedes acelerar el movimiento de los cristales, ya que los visos y colores son espectaculares?-dije. -No Enrique, me respondió. No es posible mientras estés aquí abordo.
Si aceleramos el movimiento de los cristales en su rotación con el “traductor” por solo dos minutos, cuando bajes de la nave habrán pasado cerca de 200 años en la Tierra. Como comprenderás, mientras estés aquí, no lo podemos hacer.
Una angustia invadió todo mi ser. Pensé en mi familia, mis amigos y en como podría cambiar todo el planeta en esos 200 años, si los extraterrestres me estaban diciendo la verdad, y todo en menos de lo que “canta un gallo”, Pensé.
Posiblemente aquí se pone de manifiesto lo que decía Albert Einstein sobre su teoría de la relatividad. No salía de mi asombro. Para calmarme el comandante se dirigido de nuevo a mi.
Mi angustia se centraba en que algún tripulante pudiera acelerar los cristales sin acordarse de que yo estaba todavía a bordo de la nave y apareciera 200 años en el futuro sin conocer a nadie, sin familia y en un mundo totalmente cambiado.
-No Enrique, esto no es posible que suceda mientras tu estés a bordo. Yo soy el que mentalmente da las ordenes a la nave, asi hemos reducido las posibilidades de error.
Si algo me sucediera a mi, existen dos miembros mas de la tripulación con autoridad para realizar la integración también de mente-maquina, en que el acople se establece por impulsos mentales directamente al programa “traductor cristales”.
La energía mental que liberamos, es traducida en energía de vuelo. Por esta razón te decíamos que “acabamos de salir”. Para nosotros el factor tiempo no es un problema, vivimos en un presente que modifica el futuro.
Por esta razón el futuro es “maleable” y no se puede predecir con certeza. No asi el pasado, que ya es historia, es inmodificable.
Con las manos sobre sus brazos cruzados, dos de ellos me observaban como reaccionaba ante la información “descabellada” que me daban, para mis raquíticos conocimientos terrestres.
Dentro de mi cerebro bullían preguntas sin respuesta. Estaba ante uno de los retos más grandes de la historia y no atinaba a hacer buenas preguntas.
Por mi ignorancia en muchas cosas, perdí la oportunidad de obtener un gran conocimiento. Yo era la prueba viviente de que las reacciones a nivel colectivo, podrían ser fatales para la civilización.
No lograba coordinar como podían viajar a la velocidad del pensamiento sin sufrir alteraciones físicas. ¿Cómo habían resuelto el problema? Sus cuerpos quizás estaban dotados de algunos órganos diferentes, o solo era una raza que por alguna razón había alcanzado el dominio de la VIDA y la MUERTE?
Mas tarde obtendría una respuesta que quizás, era la clave de cómo lograron vencer la barrera de las enfermedades y la muerte.
Pero todavía me faltaba ver otro sensacional espectáculo para lograr comprender como la energía mental de la hablaban Krhamier y Ciryl se producía.
Esa misma fuerza mental que llegaba al “Traductor” para alcanzar la velocidad de vértigo del pensamiento. No me podía reponer de mi asombro. ¿Por que me decían y enseñaban esas cosas?
Que papel jugaba o esta por jugar ante esta avalancha de información? ¿Cómo me creería la gente? ¿Había un plan concebido previamente a mi “contacto”? ¿Cuáles eran las verdaderas razones?
Hoy, cuando escribo estas líneas, año 1976, todavía no esta claro el panorama para mí. En honor a la verdad, desconozco por completo las causas que me llevaron al encuentro con los extraterrestres.
Quizás conforme avancen los años y se obtenga más información de los resultados de las investigaciones que se siguen realizando por grandes científicos e investigadores de todas las disciplinas, se logre entender no solo las causa reales de los “contactados”, sino también la razón clara y lógica de mis encuentros con estas inteligencias provenientes del espacio exterior.
Después de reflexionar sobre todo esto, fui invitado a subir por una escalerilla que se emboco en un pasillo. Llegamos a una gran sala, donde en su parte central giraba el “calidoscopio” o “traductor” que había visto a través del “visor”.
La sala estaba desprovista de muebles o aparatos visibles. Al llegar a la entrada nos detuvimos. Acompañando al comandante venia Ciryl y Khrunula.
Al momento llegó Kramakan y otros más hicieron su aparición por otra entrada justo al frente del salón, al otro extremo. Eran doce en total.
Pensé, – como entonces se estaba desplazando la nave, si los tripulantes en total eran 12? Los extraterrestres vestían, 8 de ellos, traje color gris plomo sin brillo y los otros 4 incluyendo el comandante Krhamier, color “miel quemada”.
De pronto, ante mis ya golpeados ojos y sentidos, vi surgir del piso varias sillas parecidas a las de los consultorios odontológicos.
Conté 12 en total dispuestas en círculo alrededor del “traductor”. Del techo descendieron unos cascos como de motociclistas que se insertaron en las cabezas de los tripulantes, una vez tomaron sus posiciones en las sillas.
Los 3 de colores diferentes se ubicaron en posiciones equidistantes con precisión. Se tomaron de las manos haciendo enlace de cadena, mano con brazo y asi sucesivamente hasta cerrar el círculo.
Yo desde mi puesto de observación miraba de nuevo sorprendido. Esto duro quizás solamente un minuto. Los cascos se subieron y sus manos e soltaron; una vez de pie, las sillas desaparecieron en el piso.
Todos regresaron a sus quehaceres habituales, menos Krhamier y Ciryl, que ahora me observaban de nuevo esperando las preguntas de rigor ante mi sorprendido razonamiento.
Me explicaron que había visto libera su “energía mental”, y que el “traductor” la toma y la convierte en energía de vuelo. Con los extraterrestres, ya todo era sorprendente.
Habían realizado esta operación con el único propósito de que yo la viera. Pero…. ¿Cual era el propósito? ¿A quien debía contarle? Era obvio que lo hacían para que yo lo dijera ¿Pero a quien?.
Regresamos a la sala de control.
A través del panel de observación, me di cuenta de la gran cantidad de kilómetros recorridos en un ir y venir sin rumbo fijo; pero también mis ojos se fueron cerrando al peso de los parpados.
Me sentía cansado.
Alguno de los tripulantes me preguntó: -Tienes sueño Enrique ¿Quieres descansa? Sin poder negarlo, el comandante rápidamente ordeno ubicarme en algún lugar para reposar.
Todos se levantaron de sus puestos. Ciryl me invito a acompañarlo. -Ven a descansar Enrique. Nuestro acompañante Khrunula no nos abandono un segundo.
Salimos a un pasillo recto, de no más de 4 metros y lleguemos a otro salón de donde una puerta se abría automáticamente, sin que fuera tocado botón o control alguno.
La sala era muy clara, unas camas, cuatro en total aparecieron ante mis ojos. Ciryl me dijo escoger la de mi preferencia; entonces me acosté.
La cama era amillonada y de una suavidad exagerada. Parecía de cuero. Al acostarme se adapto a las formas de mi cuerpo y a las posiciones que adopté. -Duerme tranquilo, nosotros te despertaremos.
Se despidieron y la puerta se cerró. Con las manos bajo mis mejillas, el cuerpo de medio lado y las rodillas recogidas, me sumí en un profundo y reconfortante sueño.
Antes de dormir se me ocurrió que debía pedir pruebas concretas del viaje en la nave para mostrarlas a mi familia y a los amigos del mundo entero. No recordé más.
Me había despertado un fuerte sacudión en mi cerebro, como si hubieran tocado un nervio. Al inclinarme noté que Ciryl y Khrunula estaban de nuevo conmigo.
-Enrique, perdónanos por la forma de despertarte; hemos incidido en tu cerebro dándote una orden psíquica. Te vamos a dar las ultimas informaciones, porque ha llegado el momento de dejarte en el sitio donde te recogimos.
Me levante rápido, con la impresión de haber pasado durmiendo muchas horas, pero totalmente descansado y con las fuerzas recuperadas.
De nuevo en la sala de las charlas anteriores, el comandante y otro tripulante nos esperaba. -Queremos que recuerdes lo siguiente:
La tercera guerra mundial es inevitable. Los hombres tendrán 4 años de compás de espera para tratar de atenuarla, según sus actuaciones. Solo el estado mental del hombre podrá disminuir sus efectos, es un problema vuestro.
Me llevaron a la sala de control, no sin antes recordarme: -Vamos a realizar un viaje corto, para que memorices cada detalle de los lugares que veras.
Por entre la amplia ventana me mostraron inmensos valles cubiertos v de una gran vegetación, hasta llegar a una llanura. -Eso es lo que vosotros llamáis “los Llanos Orientales”
Todo el lugar quedo iluminado como si fuera de día. -Observa esta carretera y aquel camino. Allí será nuestro aproximo encuentro. Mira bien y memoriza
(tiempo después, casi dos años, me hacia la pregunta del por que me citaron a un lugar tan alejado de mi ciudad Bogota.¿La Razón?
El sitio estaba cercado con alambre de púas. Una puerta de madera a punto de caerse, servia de entrada a los potreros.
Me dieron un nombre. Rápidamente lo memorice, además de grabar los detalles de los continuos sobre vuelto en la zona.
-La fecha del próximo encuentro será el 18 de noviembre, a las 8 de la noche en este lugar. No lo olvides Enrique. Con un ademán afirmativo les dije que todo había quedado memorizado debidamente.
Estaba seguro de poder encontrar el lugar sin ninguna dificultad. -Estamos próximos a llegar, ven.-dijeron. En minutos la nave recorrió la distancia desde los Llanos Orientales al lugar donde me recogieron.
Caminando, se despidieron. -hasta pronto, Enrique. Me llevaron a la sala donde tuve que desnudarme. Ciryl me abrazo y junto a Khrunula, se alejaron.
Del techo se proyecto una luz que me rodeo rápidamente. Al abrirse la compuerta Salí al vacío. Me sentí seguro.
La luz me depositó con suavidad en el suelo, y como al principio se fue recogiendo como si fuera absorbida por la nave.
Esta me dejó en el bosque cerca de la laguna. La vi alejarse con velocidad. Mire el reloj que había comenzando a funcionar de nuevo.
Calculé la hora en las 5 de la mañana. Recostándome en el suelo espere el amanecer del domingo, sumido en un confortable sueño.
Cuando desperté era las 10:15 en el reloj: Al pasar 2 horas casi deduje que debían ser las 7:30 de la mañana. Estirando los miembros. Me dirigí a buscar el bus para retornar a la capital, Bogota.
Sabía muy bien que el problema a presentarse, ahora, estaba relacionado con la forma como narrar la experiencia. Pero la felicidad que llevaba me armó de valor suficiente para afrontar las consecuencias de todo lo anterior.
Asi terminó mi primer encuentro el 3de noviembre de 1973….y mi vida ya nunca volvería a ser la misma. Las repercusiones que se derivarían de esta experiencia, me llevarían a iniciar un incierto apostolado a través del mundo, contando mi historia con los extraterrestres.
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