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domingo, 17 de noviembre de 2013

ENTREVISTA CON GADAFI

Hace unos días puse un pie en el más allá para entrevistar a Muamar el Gadafi. Lo hallé en un desierto abismal, dentro de una sencilla tienda. Me invitó a pasar y me senté frente a él, en una alfombra raída. Me sorprendió su austeridad y se lo comenté.

-Éste es el limbo que he elegido –me dijo.
-Pero esta escueta tienda, esta alfombra o la sábana que le cubre, permítame insistir, señor Gadafi, contrastan mucho con los lujos de su vida mundana.
-No preciso más para meditar, que es lo que aquí hacemos.
-¿De qué se arrepiente?
-De casi todo. A usted también le pasará cuando cruce el umbral.
-Bueno, creo que su vida fue más intensa de lo que es la mía…
-Eso sí que es verdad: la suya es muy anodina. Pero se arrepentirá de las cosas que no ha hecho lo mismo que yo de las que sí he hecho.
-Dígame algo que no repetiría si volviera a nacer.
-No sé… Quizá un par de atentados… Poca cosa con respecto a lo que se me atribuye en los libros de donde usted viene.
-¿Por qué se sublevó su pueblo?
-Nunca lo hizo.
-¿Cómo que no? Trípoli se levantó contra su mandato al calor de la primavera árabe.
-No hubo primavera árabe en Libia. Se utilizó como escusa para que un puñado de mercenarios y descontentos incendiaran la ciudad. Aquello fue un golpe de estado. Peor: un golpe de talón con muchos ceros.

-¿De quién era el talón?
-De los servicios secretos estadounidenses y franceses.
-¿Por qué querrían los gobiernos de Estados Unidos y Francia derrocarle?
-Porque exigí el pago de mi petróleo en una moneda distinta al dólar: en dinares respaldados con oro.
-Pero a usted le bombardeó el ejército francés de Sarkozy. Y la moneda francesa es el euro…
-Sarkozy quería el petróleo libio para comercializarlo en dólares. Francia se lo apropiaba, y Estados Unidos reforzaba su petrodólar. Ambos salían ganando. Y todos respiraban tranquilos. La venta de mi petróleo en dinares, euros, rublos o cualquier otra moneda suponía un peligro para las finanzas del mundo. Y no se podía consentir. De la misma manera que tampoco se lo permitieron a Saddam Hussein.
-Pero Saddam Hussein fue un déspota y un asesino; por eso lo derrocaron.
-Lo que usted quiera, pero fue el primero en vender el petróleo en euros. Y encima convirtió a euros el fondo de reserva de la ONU, el llamado “petróleo por alimentos”, un fondo de 10.000 millones de dólares.
-Vaya, vaya… Los estadounidenses son los malos de la película. Como siempre.
-Los estadounidenses son como usted o como lo fui yo. Los hacedores de este tipo de guerras son los que controlan la Reserva Federal de los Estados Unidos.
-¿Los muertos mienten? –atajé.
-Tanto como los vivos –sonrió como un niño-. Es más, cuando vuelva al mundo terrenal, no le quepa duda de que esta entrevista le parecerá un sueño.
-Una mentira no es lo mismo que un sueño.
-Créame, desde mi actual posición, yo no estaría tan seguro.
-Se han cumplido ya dos años de su ejecución. ¿Cómo la recuerda?
-Pues imagínese, sagaz interlocutor, fue una experiencia inolvidable: me cogieron, me escupieron, me insultaron, me meé y me cagué de miedo, me golpearon hasta hartarse y me metieron tres disparos a quemarropa: dos en el estómago y uno en la cabeza.
-¿Guarda en su corazón algún reproche?
-¿Reproches? No, no crea… Aquí no se reprocha nada. Nací en Libia como Muamar Muhamad Abu-minyar el Gadafi y me tocó lo que me tocó. No hay nada que objetar. Si bajo de nuevo a la Tierra, no me importaría ser un agricultor de Kentucky.
-A ver, tengo una docena de preguntas que me gustaría…
-No hay tiempo -zanjó.
-Pensaba que los muertos tenían todo el tiempo del mundo, vamos, la eternidad.
-Yo sí, pero usted no: están a punto de despertarle.
Enviado por Ricardo García Nieto

Fuente: Elpais

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